Los elementos federales seguían los pasos de una célula de trasiego de droga de Sudamérica a México, pero lo que hallaron en marzo de 2018 fue a un grupo de personas de nacionalidad china dedicadas a la transferencia de dinero de origen ilícito, una suerte de banqueros del crimen organizado que evaden los controles del sistema financiero internacional, a través de un viejo mecanismo conocido como “hawala”, modelo que tiene sus orígenes en la antigua Ruta de la Seda.
Los investigadores pincharon ocho números telefónicos.
A través de las conversaciones y mensajes pudieron ubicar que la célula delictiva también traficaba con órganos de animales exóticos y especies protegidas, y que operaba en el área de Polanco, Tlalpan y Zona Rosa, de la Ciudad de México.
“La célula de chinos trabaja para cualquier organización (no necesariamente sólo para las dedicadas al narcotráfico), que requiera el manejo de dinero entre los Estados Unidos Americanos, México, Centro y Sudamérica, utilizando el método ‘HAWALA’ con dólares americanos”, se lee en un documento de inteligencia militar al que se tuvo acceso.
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La historia de la célula china fue hallada en la montaña de correos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), que la operación del grupo hacktivista Guacamaya puso a la luz pública. Estaba adjunta en un correo electrónico enviado por el área de Tecnología de Información al Centro Nacional de Fusión de Inteligencia (Cenfi) el 23 de enero de 2022.
En ese mismo año –el cuarto del gobierno de Andrés Manuel López Obrador– , la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) comenzó a sumar Registros de Operaciones Inusuales presentados por entidades financieras en donde se presume el uso de la “hawala”, sistema informal de transferencias que se usa en el mundo con fines legales e ilícitos.
En respuesta a una solicitud de información, la UIF informó que en 2022 registraron un reporte donde “se hace mención de la palabra hawala o hawuala”; para 2023 se reportaron dos, y hasta septiembre del 2024 se sumó uno más a los datos oficiales. Cuatro en total. De 2010 a 2021 hubo cero registros, incluyendo el caso de 2018.
Además, en un documento de inteligencia y prospectiva elaborado en marzo de 2020 por las direcciones de inteligencia e investigación de la Guardia Nacional, se reconoce que hay una relación entre las organizaciones delictivas chinas ubicadas en territorio nacional y los narcotraficantes mexicanos para “lavar el dinero que obtienen por la venta de drogas en todo el mundo”.
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En el informe, ubicado también en la filtración de los correos de la Sedena, se lee: “Adicionalmente, las redes de narcotraficantes mexicanos reciben el apoyo de organizaciones chinas que tienen base en la Ciudad de México para lavar el dinero que obtienen por la venta de drogas en todo el mundo. Las células delictivas de origen chino han logrado instalar en nuestro país, una red empresarial para lavar las ganancias que se obtienen por el tráfico y comercio de fentanilo”.
Señala también que, de acuerdo con una alerta de la UIF, “las organizaciones delictivas chinas encubren los movimientos de sus recursos financieros con la operación de comercializadoras de prendas de vestir, inmobiliarias, restaurantes, industria farmacéutica, industria automotriz, servicios veterinarios para mascotas, laboratorios clínicos, comercializadora de productos diversos, entre otros”.
Según el mismo documento, “la Secretaría de Hacienda y Crédito Público detectó y acreditó la existencia operacional de siete empresas ‘fachada’ que operaban en la zona del Pacífico, entre los años 2013 a 2019” vinculadas a los grupos chinos de lavado.
Aunque el documento es de 2020, las cosas no parece que hayan cambiado mucho en los siguientes años.
Este equipo charló con una persona mexicana que conoce el mundo financiero del narcotráfico y confirmó el uso del modelo.
“Ya no se traen el dinero como antes, ahora todo lo manejan los chinos desde México”, mencionó en referencia al área metropolitana de la Ciudad de México.
El engranaje
En el seguimiento que las autoridades mexicanas realizaron en 2018 al grupo de narcotraficantes que compraba droga en Sudamérica pudieron detectar a una célula delictiva integrada por personas de origen chino, pues eran quienes facilitaban el pago de droga adquirida y el cobro de ésta a los compradores en Estados Unidos, a través del modelo hawala.
“La hawala es un sistema de intercambio de divisas que data desde la Ruta de la Seda en el siglo VIII, claramente anterior a la banca como la conocemos”, explica en entrevista Mauricio Saldaña, doctor en Administración Pública con estudios en Ciencias Penales.
Y agrega que mediante la hawala es posible “mover cualquier cantidad de dinero en medio del más absoluto secreto y sin posibilidad de identificar el monto ni los nombres de los beneficiarios; es uno de los componentes por excelencia para lavar dinero procedente del narcotráfico, y sirve para financiar a organizaciones terroristas”.
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El mecanismo funciona así: la persona que quiere “mover” el dinero de un país a otro, entrega una cantidad a un corredor u operador de la hawala, conocidos como “hawaladars”. Éste le proporciona una contraseña –algunas veces usan los números de serie de los billetes–, que deberá transmitir a la persona que recibirá el dinero en la otra parte del mundo, y que deberá ser presentada al otro hawaladar para que se le entregue el dinero. La operación se realiza sin que el efectivo se mueva físicamente de lugar.
La transferencia de valor monetario se produce entre los intermediarios y se basa únicamente en la confianza que existe entre ellos.
Aunque de acuerdo con un reporte de la agencia Reuters, los lavadores chinos han llegado a usar el sistema bancario de su país a través de aplicaciones y teléfonos celulares desechables, “un verdadero agujero negro para las autoridades estadounidenses y mexicanas”.
Los hilos de la red
De acuerdo con la información del correo que recibió el Centro Nacional de Fusión de Inteligencia el 23 de enero de 2022, el grupo de hawaladars chino era comandado por una persona no identificada que se ubicaba en los Estados Unidos, y cobraba porcentajes de entre el 3% y el 9% de las cantidades movilizadas, dependiendo la ciudad en la que debería entregarse la transferencia.
El movimiento de dinero era operado mediante el siguiente procedimiento: previa coordinación vía telefónica con su jefe, el dinero en dólares era entregado o recibido en tiendas o plazas comerciales a través de maletas de viaje, mochilas al hombro, bolsas y vehículos con compartimentos ocultos. El dinero, dice la información del correo, es resguardado en un departamento de un complejo cercano al lugar de entrega y recepción.
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De acuerdo con los documentos, la red mantenía contactos con personas en Chihuahua, Quintana Roo, Tamaulipas, Zacatecas, México, Baja California, Coahuila, Chiapas y Querétaro; así como personas en Guatemala, Ecuador, Colombia, Chile, Hong Kong y ciudades de Estados Unidos como Atlanta, Los Ángeles, Chicago, Houston y New York.
Como saldo del operativo, las autoridades confiscaron al grupo chino más de 207 millones de pesos en efectivo repartidos en pesos mexicanos, dólares y bolívares venezolanos, doce vehículos y cinco inmuebles.
Se solicitó entrevista con la UIF, la Sedena y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana para ahondar en la información. La UIF no respondió a la petición; las otras dos dependencias aseguraron que es un tema que no les compete
Entre chinos y hawaladars
En junio de 2024, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos presentó una acusación formal en contra de integrantes del Cártel de Sinaloa (CDS) en Los Ángeles por el blanqueo de 50 millones de dólares. El grupo realizaba transferencias de dinero en alianza con la banca clandestina china.
“Los fondos –dice el comunicado del departamento de Justicia– que se transfieren en China se utilizan luego para pagar bienes adquiridos por empresas y organizaciones en México o en otros lugares, como bienes de consumo o artículos necesarios para ayudar a la organización de tráfico de drogas a fabricar drogas ilegales, como precursores químicos, incluido el fentanilo”.
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Otro caso importante se dio a conocer a finales de 2016. Bradley John Martin, de 55 años, residente de Carlsbad, California, fue sentenciado a cinco años y tres meses de prisión federal por participar en una organización internacional de lavado de dinero “que conspiró para mover más de 15 millones de dólares en dinero de drogas para organizaciones que incluían al Cártel de Sinaloa”, se lee en un comunicado del Departamento de Justicia de ese estado. La red incluía personas de distintos países.
“En su acuerdo de culpabilidad, Martin admitió que era un mensajero de dinero reincidente en una red internacional de ‘hawala’ que transfería ganancias de narcóticos para el Cártel de Sinaloa y otras organizaciones de narcotráfico. En concreto, Martin admitió haber transportado personalmente más de 1.8 millones de dólares en efectivo que sabía que eran producto del narcotráfico”, comunicó la institución originalmente en inglés.