Más Información
Sheinbaum supervisa avances de la Línea 4 del Tren Ligero en Guadalajara; “siempre será bienvenida a Jalisco”: Lemus
ONG obsequia implantes anticonceptivos a mujeres migrantes; buscan dar acceso a servicios de salud sexual
Sheinbaum se reúne con Lemus; “trabajar al estilo jalisco es en coordinación con la federación”, expresa gobernador
Temblores, ciclones, lluvia extrema, sequías y epidemias. De 2000 a 2017, cada año en promedio, 300 fenómenos naturales como esos ocurrieron en México, según datos del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
En ese periodo, el gobierno federal calculó pérdidas por 470 mil millones de pesos. Esta cifra incluye para 2017 únicamente los sismos del 7 y el 19 de septiembre, los cuales generaron daños por 48 mil millones de pesos.
Las características geográficas e hidrológicas del país lo convierten en un terreno fértil para este tipo de fenómenos. “Nosotros no podemos impedir los sismos; sin embargo, sí disminuir la vulnerabilidad de la población”, asegura Oralia Oropeza Orozco, investigadora del Instituto de Geografía (IGg) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Entre 2000 y 2017, ningún temblor había cobrado tantas víctimas mortales como el del 19-S: 360 muertos en cinco estados, lo que representa tres veces más que los 116 mexicanos que murieron a causa del brote epidemiológico de influenza AH1N1 en mayo de 2009, el cual era considerado el más mortífero en los últimos 17 años.
Especialistas aseguran que la República es propensa a sufrir desastres naturales por los asentamientos irregulares en su territorio, por eso la prevención es clave para que los costos sean cada vez menores.
“Tenemos que asumir nuestra responsabilidad por vivir en un lugar vulnerable, por ejemplo, en este caso del 19-S, ¿sabemos en donde se harán las reconstrucciones?”, comenta Oropeza.
“Los fenómenos naturales, por extraordinarios que sean, no son un desastre. La catástrofe es resultado del grado de preparación para enfrentar una emergencia”, asegura la especialista. Un ejemplo son las inundaciones que ocurrieron en 2007 en Tabasco. Las lluvias intensas provocaron que los ríos de la Sierra, Grijalva y Usumacinta se desbordaran. Esto provocó daños en 123 mil 386 viviendas. Medio millón de tabasqueños se vieron afectados. El gobierno calculó daños por 32 mil millones de pesos.
Las lluvias no provocaron este desastre. Asentamientos en zonas de alto riesgo, una falta de infraestructura hidráulica de control en los ríos de la Sierra y Usumacinta, la carencia de un mejor sistema de pronóstico y la falta de un plan integral de manejo de crecientes, de acuerdo con un informe entregado al Senado de la República en 2008, fue lo que crearon la mezcla perfecta para que un fenómeno se convirtiera en un desastre natural.
El Cenapred tiene el registro de nueve variables para cada evento que se ha presentado en México desde 2000 hasta 2017. Tres de ellas (defunciones, viviendas dañadas y el total de costo de los daños) marcaban una tendencia a la baja en los últimos tres años.
La cifra de las pérdidas económicas en 2016 era uno de los más bajos en la última década; sin embargo, 2017 llevó a números que no se veían desde 2013; ese año se reportaron 154 fenómenos hidrometeorológicos, desde lluvias extremas hasta bajas temperaturas. Los más graves fueron los huracanes Ingrid y Manuel que afectaron 82 municipios de Guerrero, provocaron 105 muertes y daños por 23 mil millones de pesos. Mientras que los sismos del 7 y el 19 de septiembre duplicaron el costo económico y terminaron con la vida de más de 400 mexicanos.
Pocos temblores
En los últimos 17 años se tiene el registro de 28 temblores que se convirtieron en desastres naturales. Esta categoría ocupa el lugar 20 entre los fenómenos que ocurren con mayor frecuencia en el país. Pero cuando se calculan los daños económicos que producen, su posición cambia drásticamente al quinto lugar. De 2000 a 2017 las pérdidas económicas por los terremotos fueron de 62 mil 139 millones de pesos. El 70% de este costo contempla los ocurridos el 7 y el 19 de septiembre.
Hasta mediados del año en curso, el temblor que ocupaba el primer lugar fue el que ocurrió el 4 de abril de 2010 en Mexicali, Baja California, que tuvo una intensidad de 7.2. Dañó 3 mil 198 viviendas; 35 mil 233 personas resultaron afectadas, entre lesionados y damnificados; dos personas murieron y los daños se calcularon en 8 mil 644 millones de pesos. El gobierno lanzó entonces la declaratoria de emergencia y de desastre. Pero los últimos dos sismos borraron del mapa cualquier otro. Los que ocurrieron en septiembre de 2017 afectaron a más de 12 millones de mexicanos; se contaron alrededor de dos millones de damnificados y 471 muertos, de acuerdo con los últimos datos del gobierno.
Ciclones, los más costosos
De 2000 a 2017, los fenómenos meteorológicos que más dinero le costaron al país fueron los ciclones. Un total de 167 tormentas y huracanes representaron daños por 226 mil millones de pesos.
En 2010 fue el peor año. Nuevo León fue el más afectado. Ese estado del norte vivió el paso del peor huracán en 20 años.
Alex entró el 30 de junio de 2010 y dañó 90% de la entidad. Las pérdidas fueron sobretodo en infraestructura carretera y urbana. Lo que generó daños por 21 mil 500 millones de pesos.
Esta experiencia no contribuyó a mejores planes de prevención. Cuatro años después el mismo patrón se repitió. El daño ahora fue en Baja California Sur. El huracán Odile dejó seis muertos, 5 mil viviendas dañadas y pérdidas por 24 mil millones de pesos. El turismo en Los Cabos fue el más afectado.
A pesar de esto, para los especialistas los fenómenos son algo natural y los desastres no lo son. Ahí es donde recae la responsabilidad en la sociedad para evitar que sigan generando daños en
la República.