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Aunque en la UNAM no hay carrera de aeronáutica, alumnos crean aeronaves a escala que representarán a México en EU y Brasil. Su sueño es crear los primeros aviones de pasajeros mexicanos
Fénix, una aeronave a escala construida por los integrantes de UNAM Aero Design, voló por primera vez ante los ojos de Brenda Carolina Vez Rojo, fundadora del equipo. Tras nueve meses de esfuerzo y desvelos, su primer modelo funcionó. Fue bautizada así porque, a pesar de los choques, resurgía de los escombros y era reparada. El momento fue memorable; Carolina gritó de alegría y corrió por la pista al verla despegar, volar y aterrizar sin contratiempos.
Ella grabó el momento para tener la referencia. En cambio, José Ángel Chávez Martínez, actual capitán del equipo, no lo pudo presenciar; vio todo en video, pues apenas se había incorporado al proyecto. Ahora, dos años después, José Ángel lo recuerda: “Fue padrísimo, diseñar un avión siendo estudiante, hacer algo que vuele es fabuloso”.
Poco después de la última prueba de vuelo, participaron en el torneo internacional SAE Aero Design West 2016, en California, Estados Unidos, como uno de los cuatro equipos que representarían a México en la competencia, contra 37 equipos de seis países.
Dos meses antes, en Querétaro, habían obtenido el segundo lugar en diseño, cuando el aeronave aun no volaba. Eso ameritó que fueran elegidos para concursar en el extranjero. Entonces afinaron detalles e hicieron las prácticas de vuelo, y el avión por fin surcó los cielos; estaba listo para la competencia.
En el torneo anual SAE México compiten universidades de diversos estados. Califican, entre otras cosas, el modelaje de la aeronave y las pruebas de vuelo. Su reglamento establece que sólo pueden concursar estudiantes, pues su propósito es que los alumnos aprendan los procesos de la aeronáutica, trabajen en equipo y se envuelvan en este ambiente.
Aunque no consiguieron ningún premio en EU, cumplieron la meta: llegar a su primer competencia internacional creando un avión desde cero, sin clases en la UNAM sobre aeronáutica ni patrocinadores suficientes.
Así iniciaron el diseño y manufactura de su siguiente aeronave, Leviatán, un modelo a escala muy parecido a una avioneta, color blanco con detalles rojos en los alerones y la cola. Con él ganaron el primer lugar en el rubro de vuelo y el tercer lugar general en SAE Aero Design México 2017. Un año después, con el modelo Horus, obtuvieron el segundo lugar en presentación técnica, en 2018, llevado a cabo en Silao, Guanajuato.
UNAM Aero Design fue fundado en 2015, y surgió de la iniciativa de un grupo de estudiantes, ya que esta institución no cuenta con una ingeniería especializada en aeronáutica. Entre los miembros de esa primera generación estaba José Ángel. Ellos armaron el Fénix, modelo que representaba su incursión en la aviación.
Con el tiempo, el equipo ha crecido. Son 31 personas quienes lo conforman. Actualmente están en la cuarta temporada, ya con varios logros que los respaldan. Carolina ya no es parte de él, pues ya egresó y sólo pueden participar alumnos. Por lo tanto nombraron a José Ángel capitán del equipo, y es el encargado de dirigir esta nave hacia nuevos horizontes.
Las aeronaves que desarrollan son más grandes que un dron y más pequeñas que un avión: son modelos a escala. Para su construcción aplican los mismos cálculos que emplearían para diseñar los aeroplanos en que viajamos, sólo que deben reducirse a otras dimensiones. En otras palabras, en UNAM Aero Design aprenden a construir aviones.
“Queremos que se desarrolle la industria de diseño y manufactura de aviones mexicanos. Desde el ámbito universitario incursionamos en la aeronáutica para que en un futuro no lejano abran la ingeniería en aeronáutica en la UNAM, y puedan construirse aviones con manos mexicanas”, dice el cápitán.
José Ángel desea que México se convierta en una potencia en la industria aeronáutica. “Es cuestión de que nos quitemos la idea de que lo mejor es extranjero”, asevera.
Según el informe Pro-Aéreo 2.0 de la Secretaría de Economía de 2017, “México ha demostrado su potencial en el sector aeroespacial. En los últimos años se han incrementado las empresas instaladas en el país y algunas de ellas han realizado expansiones, por lo que mantiene una perspectiva favorable para el desarrollo del sector en nuestro país”. Esta industria ha alcanzado exportaciones superiores a los 7 mil millones de dólares, y aporta el 2.9% del PIB, de acuerdo con la Cámara Nacional de Aerotransportes.
El periodo para construir una aeronave es de un año. Carolina recuerda que lo más complicado del proceso fue que ninguno poseía conocimientos especializados sobre aeronáutica: “Tuvimos que aprender todos los procesos para poder participar en los concursos, ponernos al mismo nivel aun con esa desventaja”.
Su taller, el lugar que ve nacer aviones, está en el anexo de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, en Ciudad Universitaria. Allí trabajan en un ambiente ruidoso, rodeados de máquinas y de estrepitosos golpes que producen al hacerlas funcionar. Hay herramientas y aparatos de todo tipo, y en lo alto de una pared ostentan, como un trofeo del que se enorgullecen, las alas del Leviatán.
Sobre una mesa hay un equipo trabajando en moldes, limando una cubierta y arrancando un motor que, minutos después, hará girar una hélice. En otra mesa, cerca de ellos, varios jóvenes reunidos trabajan con sus computadoras en programas de modelaje y diseño, mientras un chico arma una cámara diminuta, del tamaño de un sacapuntas, que transmitirá una imagen a todo color en un televisor.
En Aero ningún nombre es más importante que otro; todos trabajan parejo. Ser capitán o cabeza de sistema no significa superioridad, reconoce Ángel. Se identifican más como una familia que como compañeros. A veces pasan más tiempo conviviendo juntos que en sus respectivas casas, cuentan.
En su espacio de trabajo hay cálculos, medidas, diseños; todo realizado de forma milimétrica, porque un sólo error, basta para que la aeronave no despegue o falle en el vuelo.
Dentro del equipo hay estudiantes de distintas carreras: es una agrupación multidisciplinaria. Podemos encontrar alumnos de mecatrónica, diseñadores industriales, contadores o administradores.
"Lo que distingue a la Aero Design UNAM es que, como no cuenta con una carrera de aeronáutica, la conforman estudiantes de varias carreras. Es un proyecto muy diverso, y eso da su marca a la UNAM", afirma Carolina, e invita a todos los estudiantes que estén interesados en unirse.
El trabajo en equipo es de lo más difícil del proceso. Pocos están acostumbrados a debatir ideas y escuchar otros puntos de vista. Pero cuando comparten tiempo llegan a conocerse mejor y forman lazos fuertes, asegura Carolina.
Sin embargo, lo más complicado es el financiamiento. Aero Design se sustenta por patrocinios: el área de administración se encarga de conseguir a las empresas, y en esa labor de convencimiento realizan esfuerzos titánicos. “Es difícil”, explica Karina Roedel, estudiante de administración, “por temporada contemplamos cien empresas, de las cuales logramos contactar de cero a dos.”
Antes era mucho más difícil. Cuando Carolina era parte del equipo, esa lejana primera temporada, conseguir patrocinios era una tarea muy compleja. “Es frustrante que los patrocinadores no estén interesados porque nos ven jóvenes y sin experiencia”, recuerda.
Hubo veces en las que tuvieron que poner dinero de sus propios bolsillos para impulsar el proyecto. Es de carácter estudiantil, como mencionaron, y por ello no pueden vender sus ideas o lucrar con su trabajo.
UNAM Aero Design debe persuadir a las empresas para que apoyen este proyecto sin que vean compensación alguna, ni su dinero de vuelta. Ofrecen sus capacidades, habilidades y conocimiento. Todo eso sin poder garantizar que de esa aportación surja la mejor aeronave, que gane concursos, o que no falle; simplemente deben plantearle al interesado la relevancia de este propósito.
Fermaca, la Secretaría de Desarrollo Institucional de la UNAM y la Sociedad de Ex alumnos de la Facultad de Ingeniería son algunas de las empresas que están invirtiendo en quienes harán posible el diseño y manufactura de aviones cien por ciento mexicanos.
El informe de la Secretaría de Economía citado anteriormente concede esperanzas: “En los últimos 10 años el número de plantas y centros de ingeniería, así como de entidades de apoyo establecidas en el país se ha triplicado, pasando de 109 en 2006 a 330 identificadas en 2016, lo que ha permitido la formación de importantes conglomerados industriales en diversas regiones del país”.
Ahora el equipo está en la etapa de manufactura de su próxima aeronave, aún sin nombre. Vuelven a reunirse en el taller, a sacar los materiales y usar los aparatos. Empieza otro ciclo, con miras en las nuevas competencias.
Ángel sonríe. Crecen sus ambiciones: van a incursionar en la categoría avanzada de SAE internacional. En ella, el avión no sólo debe cargar, sino soltar paquetes que deben caer en un rango determinado. Eso involucra más estudios y componentes. Esta categoría no existe en México, por lo que irán a competir a Estados Unidos y posteriormente, a Brasil.
Esperan el día en que despegue un avión construido por ellos, no en competencias sino con pasajeros y lugar de destino, del que asome un joven emocionado por la ventanilla y decida estudiar la carrera de ingeniería aeronáutica en la UNAM, con el deseo de aprender a armar una aeronave desde cero, como ellos.