Desde el inicio de esta elección, hubo quienes intentaron desacreditar el proceso, ignorando el llamado urgente de la ciudadanía a transformar la justicia en México. Fueron muchos los que me invitaron a no participar en una elección que, además de inevitable, es necesaria. Me dijeron que competir sin padrinazgos ni favores era ingenuo. Y, sin embargo, aquí estamos.
Lo que enfrenté en estos meses no fue solo una campaña cuesta arriba: fue una muestra del sistema que queremos cambiar. Porque el problema más profundo del país no es solo la inseguridad, la corrupción o la desigualdad. Es la injusticia estructural que permite que todo eso se mantenga.
En medio de esta contienda, decidí denunciar la violencia política en razón de género ante el INE. No fue fácil. No fue cómodo. Pero era necesario. Porque no vine aquí a pedir privilegios. Vine a poner límites. A decir: hasta aquí llega la violencia disfrazada de análisis, de “crítica”, de supuesta rendición de cuentas que solo se activa cuando una mujer alza la voz.
Y lo hice con la ley en la mano. Como ciudadana, como jurista, como mujer que ha dedicado más de tres décadas a entender y aplicar la justicia.
Muchos dijeron que no debía “responder”. Que “dejara pasar”. Pero en un país donde la violencia se normaliza, el silencio también es una forma de complicidad. Y si algo he aprendido en este camino es que la justicia no solo se defiende desde los tribunales. Se defiende también en el espacio público, en la conversación, en la boleta. No lo hice por mí. Lo hice por todas las mujeres que han sido silenciadas, estigmatizadas o reducidas a estereotipos. Porque la violencia disfrazada de análisis no deja de ser violencia. Y porque ejercer la ley no es confrontar: es defenderse con dignidad.
Este 1 de junio vamos a votar por quienes queremos una Corte independiente, humana, con carácter. Una Corte que no sea rehén de intereses, pero tampoco espectadora del dolor ajeno.
Estamos ante un momento que no volverá pronto. México tiene la posibilidad de cambiar el rumbo de su justicia. No a través de discursos, sino del voto. Hoy no es el poder quien decide: es la gente.
Gracias a quienes me recibieron en sus estados, en sus casas, en sus causas. Gracias por creer que transformar el Poder Judicial es posible.
Hoy la justicia está en nuestras manos. Y cuando la gente vota, las transformaciones se vuelven una realidad.