Esta semana, la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, ordenó el retiro de las estatuas de Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro, ubicadas en la colonia Tabacalera. Esta personaje argumentó que el retiro respondía a una “solicitud ciudadana”, como si la gestión del espacio público fuese un trámite de administración inmobiliaria. Pero, es muy obvio, y resulta evidente que no se trata sólo de eso. Las estatuas estaban ahí desde 2017, justo en el sitio donde, en 1955, ambos revolucionarios se conocieron y pactaron colaborar en la caída de Fulgencio Batista, en Cuba. Retirarlas ahora no es un acto neutro ni ninguna casualidad, es una señal política. Y aunque la alcaldesa intente envolver la decisión en tecnicismos administrativos o en un supuesto consenso ciudadano, el gesto es evidentemente ideológico: es un guiño de la derecha mexicana, que busca reconfigurarse simbólicamente en un momento en el que carece de liderazgos sólidos y de narrativa propia. Parece que no les queda de otra. Tristísimo.

La disputa por el espacio público siempre es también una disputa por la memoria. Cuando una autoridad decide retirar un monumento, está haciendo un corte en el relato histórico que una ciudad se cuenta a sí misma. No importa cuánto se disfrace de trámite vecinal o de gestión administrativa: desmontar las estatuas de Fidel y el Che es participar activamente en la construcción del presente, y sobre todo del futuro. El problema no es sólo que se eliminen dos figuras que marcaron un capítulo crucial en la historia latinoamericana; es que se borra un punto de encuentro, un lugar en el que México aparece no como espectador pasivo, sino como territorio que fue parte del proceso revolucionario en Cuba. Aquí, en la colonia Tabacalera, se tejió un pacto que cambió todo el rumbo político del continente. Ese vínculo también es parte de nuestra historia, aunque la derecha prefiera negarlo o convertirlo en una mera anécdota incómoda.

Y acá quiero explorar una cuestión que ha saltado mucho cuando hablamos sobre que retirar estas estatuas es intentar borrar la historia: ya que, para sorpresa de nadie, hay gente que ha intentado equiparar este retiro con el que se hizo del monumento a Cristóbal Colón en Paseo de la Reforma, como si ambos casos obedecieran al mismo impulso de “corregir” o “revisar” la historia. Pero la comparación es tramposa. El retiro de una estatua de un colonizador no es lo mismo que la eliminación de símbolos revolucionarios. Quitar a Colón fue un gesto reparador frente a siglos de violencia colonial, una decisión que responde al reconocimiento del saqueo, el genocidio y la esclavitud como pilares de la conquista. En cambio, desmontar las figuras de Guevara y Castro no es un acto de justicia histórica, sino una declaración (de nuevo, e insisto) ideológica que busca despolitizar el espacio urbano y borrar cualquier referencia a la posibilidad de transformación social. Ojo: no se trata de idealizar a los revolucionarios, pero sí de reconocer la diferencia sustancial entre conmemorar a quien inaugura un régimen de explotación y celebrar a quienes (sí, con todos sus claroscuros) se propusieron desafiarlo. La pregunta, al final, no es sobre biografías individuales, sino sobre el tipo de pasado que una sociedad decide honrar o sepultar.

Lo que está en juego no es la moral de los personajes (por supuesto que cualquier figura histórica es contradictoria, y su legado debe discutirse con complejidad) sino el intento de vaciar el espacio público de referencias políticas que incomoden al relato conservador. Hoy la derecha mexicana se ha recargado en un discurso antiintelectual, en el que no caben los matices ni la crítica histórica. Se limitan a repetir lugares comunes sobre “dictadores” y “asesinos”, sin detenerse a analizar las causas estructurales de los procesos revolucionarios ni el papel que jugó el imperialismo estadounidense en esos mismos años. La cancelación simbólica es funcional a esa narrativa simplista: desmontar estatuas, borrar capítulos, clausurar debates. Es el síntoma de un proyecto ideológico que no sólo rechaza la transformación social, sino también la posibilidad de pensarla.

Y en ese contexto, el gesto de la alcaldesa de Cuauhtémoc no es menor. La oposición mexicana, debilitada y desarticulada, busca construir nuevas figuras políticas que puedan servir como puntales de su reconfiguración. Alessandra Rojo de la Vega parece entender bien el juego: la gestión local se convierte en una plataforma para posicionarse ideológicamente, y los actos simbólicos pesan más que los administrativos. El retiro de las estatuas es un mensaje cifrado, pero claro: la Cuauhtémoc, desde la posición ejecutiva, se perfila como un laboratorio de revancha cultural, un espacio donde se ensayan las formas de una derecha que, sin proyecto propio, encuentra en la cancelación de la memoria su único modo de afirmar presencia. No es casualidad: cuando no se tiene un futuro que proponer, se destruyen los pasados que incomodan.

Lo que está ocurriendo en la Cuauhtémoc no es un hecho aislado, sino parte de una tendencia más amplia: la construcción de una derecha que, sin capacidad de imaginar un proyecto de país, recurre a la censura simbólica como sustituto de política pública; una derecha que baila en TikTok con pañuelos morados y graba “get ready with me” mientras, afuera, su alcaldía vive la cooptación local del crimen organizado, el despojo inmobiliario, la exclusión sistemática de las personas habitantes de calle y la reproducción cotidiana de violencias que no se resuelven con gestos mediáticos ni con retiros de estatuas. No se trata de discutir estatuas, sino de entender qué significa borrar la memoria de la lucha revolucionaria en un lugar donde persiste la desigualdad. Porque cuando se desmonta una figura del Che o de Fidel en la Tabacalera, no se está retirando un “adorno” urbano: se está diciendo que la historia de América Latina debe contarse sin los nombres de quienes alguna vez se atrevieron a desafiar el orden impuesto. Y eso, en el México de hoy, no es una neutralidad administrativa.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios