Esta vida, o por lo menos nuestra interpretación de la misma, está llena de paradojas. Vivimos en un estado de constante conexión con el mundo entero, literalmente con cualquier persona, sin limitarnos a idiomas, fronteras, distancias, estatus… y, hay ocasiones, donde no volteamos ni mirar a los ojos a quien tenemos enfrente. Con nuestros teléfonos celulares, podríamos establecer contacto con cualquier persona, pero en la cena ni siquiera conversamos con aquellos que habitan en nuestra misma casa.
No estamos aprendiendo a valorar el presente ni el momento. Nos refugiamos en un pasado que nos gustó o nos lastimó, o vivimos imaginando un futuro que deseamos, pero que, por mucho que imaginamos, no será posible si no lo trabajamos «ahora».
Se suponía que los teléfonos inteligentes y las tabletas electrónicas nos brindarían más oportunidades de conexión con los demás, pero en lugar de eso, están perjudicando nuestra capacidad para mantener conversaciones valiosas con las personas verdaderamente importantes para nosotros, y a pesar de poder hablar con quien sea, nos sentimos en total soledad.
Los seres humanos, somos animales sociales por naturaleza, como decía el gran Aristóteles, y buscamos de muchas maneras pertenecer, a un grupo, que comparta ciertas características que nos agraden. A pesar de ello, solo nos podemos sentir parte de un grupo, ya sea de amigos, familia, compañeros de escuela o de trabajo, cuando establecemos vínculos, y cuando estos se fijan a través de momentos de calidad; con conversaciones profundas, en donde nos mostramos tal y como somos.
Las conexiones con personas generan vínculos, y esto se traduce en el bienestar de la persona, y existen estudios psicológicos que lo demuestran, pero no se requiere mucha ciencia para que nos percatemos de ello. Lo que está sucediendo con la conexión virtual es que está generando una falsa sensación de que nos encontramos altamente conectados con el mundo, pero al mismo tiempo nos sentimos sin conexiones profundas, sin vínculos relevantes.
Las redes sociales han modificado la forma en que nos relacionamos con los demás, se establecen más vínculos débiles, y menos vínculos reales y fuertes, con personas reales. Aunque disponemos de más información, es una información insuficiente, ya que estamos muy enfocados en la forma, como se ve, su cuerpo, lo que porta, lo que usa, pero nos olvidamos del fondo, no sabemos cómo se siente la persona realmente, lo que posee, ¿le satisface?, ¿qué sentirá que le hará falta?, ¿será realmente feliz?, esa persona que vemos en las maravillosas fotos de las redes sociales, no lo sabemos, pero vamos a darle un me gusta y, si bien le va, incluso un me encanta.
Si creamos lazos, con personas reales, y los cultivamos de manera adecuada, se traducirán en vínculos fuertes. No obstante, preferimos invertir nuestro tiempo en esa conexión con los seguidores o amigos de las redes sociales, como se dice, con el objetivo de impresionar a gente que no le importamos. Al estar en la posición de seguidores de una figura pública, realmente le dedicamos mucha atención a personas que ni siquiera nos hacen en el mundo, y esto nos hace olvidar a quienes si tenemos, aquí con nosotros.
Tarde nos percatamos de que lo cotidiano solo se convierte en mágico cuando se convierte en un recuerdo. Las tecnologías de la información y comunicación no deben dominar nuestra vida, estas sí pueden y deberían ser nuestras aliadas cuando te mantienen cerca de las personas que deseas.
¿Qué opinas tú? ¿Te parece que tienes conexiones profundas? ¿Estás en la fantasía de la tecnología? ¿O estás viviendo con personas reales en el momento actual?
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