Ayer se dio a conocer que las medidas de sana distancia para contener la pandemia del Covid 19, se prolongarán hasta el 30 de mayo. Con independencia de las consecuencias en prácticamente todos los órdenes, hay una que genera especial preocupación. Mientras para las más de las personas, el hogar suele ser el lugar más seguro, las encuestas señalan que el domicilio familiar es el de mayor riesgo para mujeres, niñas y niños, víctimas de violencia doméstica, un riesgo hoy mayor, cuando la recomendación ante la pandemia es “quédate en casa”.
En un reciente comunicado, la CIDH manifiesta su “profunda alarma por las cifras que han demostrado el incremento de las denuncias de violencia intrafamiliar tras el establecimiento de las medidas de confinamiento y distanciamiento social adoptadas para la contención del contagio del Covid-19 en los países de la región”.
En el mismo sentido, el secretario general de la ONU solicitó adoptar medidas para enfrentar “un estremecedor repunte global de la violencia doméstica” contra mujeres y niñas ocurrida las últimas semanas, debido a los confinamientos decretados por los gobiernos. La amenaza sobre mujeres y niñas —señaló— se cierne precisamente en el lugar “donde deberían estar más seguras: en sus propios hogares”.
En México las cifras presentan un importante aumento en las llamadas por violencia de género en la cuarentena (60%) y de peticiones de asilo en refugios (30%). La violencia contra la mujer no está en cuarentena, afirmó días atrás la directora de la Red Nacional de Refugios.
Sin duda, toda crisis, como esta pandemia, agudiza las desigualdades estructurales. Ante ella, las mujeres sufren un mayor impacto.
Veamos, el aislamiento social, necesario para la contención del virus, refuerza estereotipos y roles de género, en la medida que dentro del hogar es a la mujer a la que se suelen asignar las tareas domésticas, de cuidado de los menores y de los enfermos o adultos mayores. Si, además, realiza desde el hogar su trabajo habitual, tenemos que asume una doble jornada laboral.
Muchas mujeres comparten la carga del sostén económico de las familias y otras más son cabeza de ellas. Aporte económico que en casi un 50% deriva de actividades informales, las que ahora se ven impedidas de realizar o las llevan a cabo con riesgo de su salud, su integridad personal e, incluso, su vida.
A esto, agregamos la mayor exposición a la violencia doméstica (física, verbal, sicológica, económica y sexual), que como hemos señalado se manifiesta creciente en el actual confinamiento, tanto sobre las mujeres como sobre niñas y niños, que están en convivencia permanente con su agresor, sin duda sujeto a nuevas presiones que pueden exacerbar conductas violentas.
Por ello es de particular importancia —como señalan instancias internacionales— tomar medidas para incorporar la perspectiva de género interseccional en las respuestas para contener la pandemia y fortalecer los servicios de respuesta a la violencia de género, en especial la violencia intrafamiliar y la violencia sexual en el contexto de confinamiento.
Según ha informado Segob, en coordinación con la Secretaría de Salud, Inmujeres y otras instancias gubernamentales, trabaja en el fortalecimiento de los servicios que los gobiernos locales y centros de refugio proveen para mujeres víctimas de violencia.
Cabe destacar que guarderías y estancias infantiles, asilos y estancias para personas de la tercera edad, así como refugios y centros de atención a mujeres víctimas de violencia, sus hijas e hijos, han sido declaradas esenciales dentro de las medidas de seguridad adoptadas por el Consejo de Salubridad.
Es urgente la atención prioritaria a la pandemia con perspectiva de género, tanto como atender los casos de violencia doméstica y a mujeres que suman otras condiciones que potencializan su vulnerabilidad, como ser indígenas, adultas mayores o estar privadas de la libertad.
En materia de derechos humanos de las mujeres, debemos agotar todo esfuerzo para no dar un paso atrás, este es uno de los mayores desafíos que hoy debemos afrontar.
Ministra de la SCJN