Para el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, el tiempo transcurre a gran velocidad. Hoy concluye su primer año, pero con los escándalos de personajes cercanos a la 4T y con los pleitos al interior de su partido, parecería que su sexenio está por concluir. Este ambiente colmado de diferencias y acusaciones es similar al que se vive de cara a una nueva sucesión presidencial.

Las investigaciones sobre huachicol fiscal aceleraron la descomposición. Las presiones de Estados Unidos a México para enfrentar este delito, debido a que también facilita el trasiego de drogas, han sido clave para tocar muchos y millonarios intereses.

El conocimiento del exsecretario de Marina sobre estos actos ilícitos ha sido un golpe brutal para la marca Morena, que ahora intentan poner a resguardo. Sin embargo, el alcance es tan extenso que ha involucrado a varios integrantes del movimiento.

Aunado a ello, arreciaron los cuestionamientos en contra de Adán Augusto López. No terminaba de deslindarse del líder del cártel “La Barredora”, Hernán Bermúdez, cuando se hicieron públicos pagos millonarios de parte de una empresa fantasma y de otra que recibió contratos del gobierno de Tabasco cuando él era gobernador.

La Presidenta fue tajante al recomendarle al coordinador de los senadores de Morena que ofreciera una explicación, pero la improvisación no fue aliada del morenista. En una conferencia de prensa, poco después de la instrucción presidencial, Adán Augusto intentó aclarar los pagos, bajo el argumento de que provenían de la prestación de servicios legales.

Sin embargo, la supuesta aclaración dejó más incógnitas que certezas. De acuerdo con información que él mismo proporcionó, pagó montos irrisorios de impuestos. Y como las cuentas no cuadraron, Adán Augusto ofreció, tres días después, una nueva conferencia de prensa.

En su intento por aclarar los números, el exsecretario de Gobernación se confrontó con reporteros. Los acusó de mentirosos y de preguntar de manera dolosa cuando lo cuestionaron por un probable conflicto de interés.

No hay duda, cada vez se debilita más como coordinador de la fracción mayoritaria.

En medio de estos escándalos, a la Presidenta se le ve molesta en las mañanas desde la tribuna de Palacio Nacional. Ha asumido un papel como jefa editorial de los medios de comunicación. Cuestiona la poca difusión que le dieron a la reducción de la pobreza y la máxima cobertura en la adquisición de la casa de Gerardo Fernández Noroña o a los amparos a los hijos del expresidente López Obrador.

Y de alguna manera es entendible la frustración. A un año de distancia, la Presidenta no puede presumir de algunos cambios o logros en su administración. No puede vanagloriarse de los decomisos provenientes del contrabando de combustibles porque eso significa reconocer que la administración de su querido antecesor se cruzó de brazos para combatir este próspero delito.

La interrogante obligada es: ¿La actual crisis que se vive en el gobierno y el partido oficialista es controlada y administrada desde la Presidencia de la República o, por el contrario, está rebasando al Poder Ejecutivo?

Terminó el primer año y vienen cinco más para mejorar las condiciones de nuestro país. Me gustaría ser optimista de que la situación puede cambiar. Sin embargo, no pierdo de vista que López Obrador sentó las bases para destruir un sistema político, incluidas las instituciones democráticas, y que Claudia Sheinbaum se encarga de construir un nuevo régimen que responda a los intereses de su movimiento.

Comentario final

Semana uno: ¿Cuándo terminará la impunidad de Adán Augusto López?

Ciudadana

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