Fiel a su costumbre, el expresidente Andrés Manuel López Obrador se explayó en su mensaje. En esta ocasión, se acomodó en un sillón de madera en el jardín de su rancho, en Palenque, Chiapas. Reapareció para enviar un mensaje claro: apoyar y cuidar a la presidenta Claudia Sheinbaum.

Sin embargo, el tabasqueño no mencionó que de lo que verdaderamente tendría que cuidarse la primera mandataria es del legado que él mismo le heredó, del México lastimado que ella recibió.

Del aumento de la violencia e inseguridad, y de los más de 200 mil homicidios dolosos durante el primer gobierno de la 4T; del auge del huachicol fiscal que se convirtió en un negocio multimillonario para funcionarios de su sexenio; de la escasez de medicamentos en el sector salud que siempre negó o de la persistencia de actos de corrupción y nepotismo que él solapó.

No mencionó ningún problema que le dejó a su también compañera de partido. Prefirió advertir que regresaría a las calles si se vulneraba la democracia o para defender la soberanía de nuestro país. Como si fuera un héroe.

La presentación de su último libro fue el pretexto para la aparición del exmandatario. Dijo estar contento por la conversación que sostendría, pero su mensaje se convirtió en un monólogo de 50 minutos, los cuales ocupó para autopromocionarse. Para descalificar y arremeter contra quienes piensan diferente.

Para que no quedara duda del mensaje, el fundador de Morena mencionó en cuatro ocasiones su apoyo a la Presidenta. Como si ella fuera vulnerable. Como si necesitara de una figura paternalista que respaldara sus acciones. Como remarcando el estereotipo de género que presenta a la mujer como una persona limitada en su autonomía.

Aunque a López Obrador le cueste reconocerlo, sí hubo un cambio en la forma de gobernar de Claudia Sheinbaum. Echó para abajo la dañina estrategia de “abrazos no balazos” en materia de seguridad y ya no pudo hacerse de la vista gorda con la operación del huachicol fiscal y el tráfico de fentanilo.

Contrario a lo que prometió en su mensaje, de que se retiraría para no hacerle sombra a su sucesora, López Obrador le dejó algo mucho peor: un país en crisis, una herencia maldita y criminal de la que no puede ni hablar.

Largo camino por recorrer para que se termine con el machismo en nuestro país. En política no es la excepción. Está tan normalizado que un diputado, exfutbolista, puede enviar un beso a su contraparte en plena discusión y, más tarde, el legislador argumentar que no hubo falta de respeto. No se dio cuenta que su actitud representó violencia simbólica al tratar de desautorizarla y menospreciarla.

El machismo está tan normalizado que un exmandatario, el mayor líder moral del partido oficialista, puede salir desde la comodidad de un sillón a decirle a su sucesora, la Presidenta de la República, que ahí estará para protegerla. Y luego, él asegurar que no quiere actuar como cacique o como el jefe máximo detrás del trono.

La Presidenta debería dejarle en claro a su querido antecesor que es una mujer con capacidad y autonomía para gobernar y, por lo tanto, no necesita de un macho clerical para defenderla.

Comentario final

Por cierto, en su mensaje, el morenista de Macuspana no se refirió a la protección que ofrece el actual gobierno a quienes fueron sus cercanos colaboradores. Semana nueve: ¿Cuándo terminará la impunidad de Adán Augusto López?

Ciudadana

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