Era el año de 1969. Tenía seis años cuando tíos y hermanos nos volcamos a ver el primer campeonato del Cruz Azul en el pueblo de Jasso, en mi querido estado de Hidalgo. Desde ese día, sin imaginarlo, me tatué al Cruz Azul en mi corazón.
La aventura de aquel momento era intentar entrar al estadio 10 de Diciembre. Los boletos no estaban asegurados, como asegurada estaba la emoción de vivir la gran celebración. Llegamos, pero el poco aforo del estadio y la impaciencia de la afición que se arrebataba las entradas nos obligó a irnos a un cerro con la esperanza de ver a la distancia el partido.
El remolque en el que finalmente nos subimos apenas nos dio para ver a lo lejos el estadio. No alcanzamos a observar ni la cancha ni mucho menos a los jugadores que sabíamos se partían el alma en el campo de juego. Sin embargo, la narración por la radio del cronista Ángel Fernández fue suficiente para sentir la pasión en la cancha.
Imagínense a una niña de seis años que disfrutó ver las caras de primos y hermanos llenas de emoción.
A partir de ahí, religiosamente, nos organizábamos para escuchar en la radio el partido de La Máquina a falta de televisión.
Chiquillas y chiquillos nos disponíamos a disfrutar del partido. Buscábamos pilas en casa para que la radio no nos fallara y, entre nuestra ingenuidad, pensábamos que colocar las pilas al sol les daría más energía. Inocencia pura.
La historia de mi vida, de mis afectos y de mi comunidad no la puedo contar sin mi amor por esa camiseta. Por eso no renuncio a mi equipo cementero. Cómo no recordar las palabras de Juan Villoro, quien comentó que negar al equipo de futbol que elegiste es traicionar al niño que fuiste.
Cosechamos muchos títulos y digo cosechamos porque soy parte de esa afición que no se raja. Fuimos tricampeones del 71 al 74 y bicampeones del 78 al 80. Una década totalmente dorada.
Después, vinieron 17 años de sequía y en el invierno del 97, logramos, con un penal de Carlos Hermosillo, ser campeones nuevamente. Justo ese año nació mi hijo Juan Pablo, a quien le heredé mi amor por esos colores.
No olvido que en plena adolescencia, mi hijo me cuestionó porqué le íbamos a un equipo que nunca había visto ganar un campeonato. Y tenía razón, fue hasta sus 24 años que pudo ver al Azul Celeste campeón.
¡Cómo disfruté esa victoria! El abrazo con JuanPa, el baile, el canto y el entusiasmo de miles de jóvenes, y no tan jóvenes, que por fin veían a su equipo ganar.
Así como me emocionó verlo ganar la final, he vivido momentos de profunda tristeza y frustración, principalmente en temporadas en las que ha sido uno de los primeros lugares en la tabla y al final pierde la liguilla. Ni qué de decir de sus encuentros con el América o de las “cruzazuleadas”, como bautizaron a sus errores y fracasos recurrentes.
De eso estamos hechos los aficionados del Cruz Azul: de recuerdos, de lealtad, de garra ante las derrotas y de fuerte convicción. Puedo asegurar que aunque en ocasiones los resultados sean adversos, mis convicciones estarán firmes.
Y así como en el futbol, en la coyuntura política. Ante el agandalle del partido en el poder siempre estaré a favor de la transparencia, por combatir la corrupción y defender la división de poderes.
Cruz Azul, cada día te quiero más.
Comentario final
Condenable el artero asesinato de Ximena Guzmán, secretaria particular, y de José Muñoz, coordinador de asesores de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. Mi solidaridad con ella.
Estoy convencida que se realizarán las investigaciones correspondientes para dar con los responsables de este lamentable crimen.