Durante la supuesta “transición democrática” de Fox, el maestro Mario Ojeda afirmó que se dejó de tener política exterior, para solo administrar las relaciones externas. Aunque el gobierno de la 4T pregona ser distinto a los del PRIAN, actúa de la misma forma, pues la segunda transición también carece de política exterior y solo atiende rutinariamente lo heredado.
En mi artículo del 21 de febrero de 2019 (¿Cuál es la política exterior?) destaqué la ausencia de definiciones y estrategias en la materia, lo que se ha acentuado en el transcurso de un año. No obstante, el desdén por lo foráneo de quien tiene la responsabilidad constitucional de formular y dirigir la PE, la implacable realidad se acaba imponiendo: se puede ignorarla, pero no así las consecuencias de hacerlo. En efecto, Estados Unidos y Centroamérica nos recordaron, con crudeza y rudeza, nuestra difícil realidad geopolítica, y como no se tenían estrategias para capotear los problemas derivados de ella, se improvisó cuando esos se presentaron, con efectos negativos para los intereses nacionales. Se hizo lo que Trump exigió, y cargamos una crisis humanitaria de más de 60 mil migrantes refugiados. La carencia de una política exterior estructurada y definida que precise lo que queremos y no queremos del mundo, provocó que se tomaran decisiones coyunturales, ad hoc y con oportunismo mediático que nos alejaron de América Latina. Los mayoritarios gobiernos de centro-derecha no simpatizaron con nuestra posición sobre la prolongada crisis venezolana y la nueva de Bolivia. El fracaso del “Mecanismo de Montevideo” y la animadversión al locuaz asilo a Evo Morales, lo demuestran. Las pocas dictaduras de izquierda existentes (Cuba, Venezuela y Nicaragua) tampoco vieron con simpatía la sumisión al imperialismo yanqui. Nuestros socios históricos prioritarios de la Unión Europea han estado ausentes, salvo para reprocharles agravios de siglos pasados. Pocos dignatarios nos visitaron, nuestro jefe de Estado no cruzó la frontera, se distanció de la ONU, la OEA, la OCDE, etc., incluso del poderoso G 20. Como en la última reunión de embajadores reiteró que no viajará, seguirá ignorando el acontecer externo y los grandes problemas planetarios. A lo largo de más de dos siglos de independencia, México ha vivido periodos de aislamiento, pero ocasionados por convulsiones internas o externas, o como una sabia estrategia durante la Guerra Fría, pero nunca antes por decisión voluntarista de un líder político. Las lecciones del pasado están vigentes: entre más nos alejemos del mundo, más prisioneros seremos de nuestra geopolítica, y más dependientes de EU.
También como lo hacían los gobiernos neoliberales, para disimular esa dependencia y tener un acercamiento simbólico hacia los distantes y polarizados vecinos del cono sur, se ocupará la Presidencia Pro Témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Para agradecer a los cancilleres de la región su apoyo a la aspiración mexicana, nuestro presidente les ofreció una cena en Palacio Nacional, pero al día siguiente demostró su interés en la CELAC, declarando que se estaba durmiendo en la cena. A pesar de lo incierto del éxito de este esfuerzo por salir de un contraproducente ostracismo autoinflingido, al menos podemos confiar en la experiencia y profesionalismo de quien será la Coordinadora Ejecutiva de la presidencia que tendrá México durante dos años: la embajadora Roberta Lajous, que concluyó su exitosa gestión como primera mujer y primer diplomático de carrera al frente de nuestra misión en España.
Internacionalista, embajador de carrera y académico.