El factor externo siempre ha sido importante para el progreso, bienestar, seguridad, estabilidad, etc., de los países, pero en el siglo XXI ya es determinante. En efecto, la globalización iniciada en el siglo XV con la expansión europea a otros continentes, se magnificó hasta crear una civilización global de naciones interdependientes. Henry Kissinger afirma que las relaciones interestatales hasta ahora son verdaderamente internacionales, forjando ello una Aldea Global, una Sociedad Cosmopolita o una Civilización mundial, a la cual, estemos conscientes de ello o no, lo aceptemos o no, todos pertenecemos.
Como México ha vivido (y vive) periodos de aislamiento, prevalece un difundido desconocimiento del mundo externo, que obviamente no impide que sus problemas nos afecten. Baste mencionar que la grave crisis global hipotecaria-financiera de 2009, provocó que nuestro PIB decreciera en un 6%; que lo que ocurre en países lejanos ocasiona que el precio de nuestro petróleo se deprecie; que el remoto terrorismo fundamentalista nos impone estrictas medidas de seguridad para viajar; que padecemos una terrible crisis de inseguridad causada por drogas producidas y consumidas en otras naciones; que migrantes extranjeros que se trasladan a otra nación se convirtieron en una crisis humanitaria para nosotros; que en la raíz del actual conflicto del agua en Chihuahua, subyace el irresponsablemente desatendido problema del calentamiento global; que un virus surgido en China ha enfermado a mas de 688 mil mexicanos, matado a más de 72 mil, y dañado brutalmente la economía, etc.
En ese tenor, el reciente libro de la destacada internacionalista Rina Mussali, “AMLO y el Mundo”, con certera visión geopolítica nos muestra otro importante impacto poco analizado, pues la elección de López Obrador no solo obedeció a factores internos, sino también a fenómenos globales. En efecto, cuestiones como la transición de la Guerra Fría a un nuevo orden mundial en gestación, el disruptivo inicio de la cuarta revolución industrial, la mencionada crisis económica de 2009, el rechazo al neoliberalismo que concentra la riqueza en el 1% de la población, el alejamiento de los partidos políticos de sus bases, etc., han propulsado los movimientos globalifóbicos, antisistema, nativistas, nacionalistas, etc., que son el caldo de cultivo propicio para el surgimiento de regímenes populistas. Entre 1990 y 2019 han aparecido 27 de ellos urbi et orbi.
Lo anterior deja ver que, como las relaciones internacionales se han vuelto mas multidimensionales, dialécticas, complicadas e imbricadas, los internacionalistas tenemos la obligación de contribuir a su mejor comprensión. Un esfuerzo en ese sentido es el primer manual de R.I. publicado en América Latina intitulado “Las Relaciones Internacionales en el Siglo XXI”, escrito por el suscrito y la Dra. María Cristina Rosas, editado por la FCPyS de la UNAM. Otro similar es el libro “Introducción al Estudio de las Relaciones Internacionales. 100 años de disciplina”, que redactamos 47 Internacionalistas bajo la coordinación de Jorge Schiavon, Rafael Velázquez y David Horacio García Waldman (CIDE, BUAP, UANL, UABC). Ello no solo tiene el señalado propósito de fomentar el conocimiento del sistema internacional y de sus problemas, sino también hacerlo desde la perspectiva mexicano-latinoamericana, pues han prevalecido los textos de los centros del poder mundial que, obviamente, tienen una visión muy sesgada de la realidad mundial de nuestros días. La importancia de las R.I. hace necesario que se les conozca, pero ello debe ser desde el punto de vista de México y sus intereses nacionales.