La República se desmorona, la obstinación de los morenistas la destruye. El valor dominante que converge en la democracia es el derecho y es ignorado. No escuchan, se dedican a someter, sin diálogo, su pensamiento aplasta, la interlocución es nula. Esta semana presentaron su renuncia siete ministros, de pronto a los mexicanos se les anuncia que en breve no tendrán Corte. El templo de la contención es derribado para erigir sobre sus escombros la mole del autoritarismo. En la misma jornada, Juan Luis González Alcántara Carrancá hizo público el proyecto de resolución que invalida parcialmente la reforma, resuelve que es ilegal la elección de jueces y magistrados, defiende su independencia y autonomía. Con velocidad inusitada, Ricardo Monreal, no la Presidenta, se revela. Afirmó que no la acatarán, avisa desobediencia y contumacia, argumenta que los togados carecen de facultades, como en el viejo oeste, lo arregla con su propia mano, las sentencias no sirven, lo peor de su mensaje es que descubre un desapego con la mandataria y se manifiesta la persistente sombra del que se fue.
Mientras tanto, en la Cámara de Diputados, se da trámite a una apresurada enmienda quieren fijar la supremacía constitucional, se trata de una falacia, lo que realmente pretenden es ubicar a la política por encima de la Carta Magna. Es el último clavo del ataúd a la libertad. No habrá quien los detenga.
El colmo, permanecen en paro los Tribunales Federales. Si cuando estaban abiertos la norma era una mera ilusión, su ausencia la hace inexistente. ¿A quién se acude? El costo lo paga la población. Años de pleitos se prolongarán irremediablemente, no importa, en su ecuación las partes son un estorbo, una molestia. Su tradición es desechar, negar o en el mejor de los casos conceder limitadamente. Que le batallen, al final de cuentas no se deben a los reclamantes, sostienen que su actividad no es de empatía, les gusta demostrarlo, ajenos, distantes e insensibles. No por algo nos califican en el lugar 118 del índice global de justicia.
En los hechos, se viven atrocidades en todo el país. Las entidades experimentan brutales asesinatos. Decapitados, descuartizados y desaparecidos es la cotidianeidad. Las comunidades superaron su capacidad de asombro, se cohabita con la crudeza de la ferocidad criminal. Sinaloa cosecha lo sembrado: décadas de tolerancia y convivencia con los amos del narcotráfico les cobra factura, al garete en pleno abandono, con enfrentamientos cuerpo a cuerpo, cada esquina se pelea a muerte, es un Afganistán. El arrepentimiento llegó tarde, la incorporación de los malos en su cultura tiene un alto precio.
A Guerrero la naturaleza lo borró y el hombre lo sepultó. Los tiroteos es el pan del día. El tranquilo Chilpancingo es historia y Acapulco en la miseria. El entonces edén ahora es uno de los infiernos de Dante.
Es el caos absoluto de una sociedad petrificada observando zarpar el barco de la ley. La nación se convulsiona. Que lejos se ve la paz y que cerca el imperio de la sinrazón.
Abogado