No transitamos una simple tensión política, vivimos la dilución acelerada de las libertades frente a la población que se rehúsa a reconocerlo. Dos pensadores —el alemán Karl Popper y el chileno David Altman— ofrecen un marco brutalmente claro para descifrar a la 4T; intolerancia al reclamo público e instituciones debilitadas que ya no contienen a nadie, son signos del deterioro.
El germano lo advirtió desde hace décadas, los regímenes empiezan a cerrarse en el mismo instante en que la autoridad convierte la crítica en delito moral. Las ‘sociedades abiertas’ exigen funcionarios capaces de soportar cuestionamientos, evidencias y contradicciones, sin embargo, lo que escuchamos es que la diatriba morenista ha instalado la idea de que eso es traición. Para los guinda, investigar al poder es agenda ‘oscura’, el periodismo ácido es enemigo y la academia independiente es sospechosa. Este clima no es un accidente, es una estrategia y para el filósofo, son síntomas que concluyen, matemáticamente, con la pérdida de la República.
Por su parte, el andino ha estudiado cómo se erosionan las democracias sin golpes de Estado, su concepto de ‘control vertical no electoral’ es devastador para asimilar lo que nos ocurre, afirma que, los equilibrios solo operan si los ciudadanos tienen herramientas vigorosas para vigilar al gobierno ¿Qué sucede si se las arrebatan y desmantelan? lo vemos hoy: organismos autónomos reducidos a trámite, Corte sometida e ideologizada, Congreso disciplinado, reguladores anulados, consultas usadas como adorno y decisiones concentradas en una sola voz; sostiene, es la gestación de los sistemas ‘de papel’, visibles, pero inservibles, procesos que existen, pero no limitan.
Ambas teorías nos conducen a un único escenario: en tanto que uno de ellos observa la asfixia del debate, el otro confirma la caída de los contrapesos, el cruce de una y otra es letal; si no se acepta la recriminación y se eliminan las instancias contenedoras, forzosamente se entra en modo colapso y para allá nos dirigimos.
La Presidenta cada mañana dicta el discurso nacional, se impone, es el fiel de la balanza, condiciona presupuestos, orienta intereses y desactiva espacios de oposición. La imparcialidad es una simulación. Para Popper esto es dogmatismo disfrazado de mandato popular; para Altman, es el secuestro del derecho que da certeza; para México, es una alerta roja de emergencia.
Es irrefutable, la opinión de todos se achica a punta de propaganda, cada día pasa, primero se desacredita, luego se intimida, después se abate y por último, se normaliza, es el ciclo que el mapuche ha visto repetirse y que hoy aquí descubrimos: medios sujetos a gran presión, organizaciones civiles acosadas, transparencia en retroceso y un aparato que responde más a la jerarquía que a la Constitución, en síntesis, la pluralidad se vuelve ruido; la disidencia un estorbo y el reproche una osadía.
El teutón formula una hipótesis demoledora: se deja de ser libre si por cualquier motivo se renuncia al señalamiento. Altman añade: las estructuras no mueren de un momento a otro, se van erosionando ante la comunidad que, por comodidad o apatía, asume que nada grave acontece.
En el 2027 el país tendrá que decidir su sobrevivencia o si permite que se marchite bajo la noción falsa de una ficción llamada democracia mexicana.
Abogado. @VRinconSalas

