En los tres primeros años del sexenio anterior buena cantidad de las decisiones eran observadas por Julio Scherer. El consejero jurídico influía extraordinariamente en el ánimo del tabasqueño. Temprano surgieron los fastidios y tensiones en el gabinete, la entonces Secretaria de Gobernación Sánchez Cordero se le plantó, se dice que reiteradamente intervenía para equilibrar las cosas. A cambio, recibió encarnizada artillería de señalamientos y motes denigrantes. La relación se erosionó, elevaron los desacuerdos, hasta que López Obrador se dejó sentir y cortó por lo sano, los despidió. El abogado regresó a casa y Doña Olga a la Cámara Alta. Fin de la discusión. Desde la perspectiva jerárquica, el movimiento reveló disciplina, sin importar el tamaño de los involucrados, se mostró músculo y se acabaron los pataleos, incluso, al cierre, la sucesión se dio en relativa calma.
Pasó el tiempo y la novela se repite aunque con distintos actores. Dos pesos pesados, Monreal y Adán Augusto, midieron fuerzas e hicieron notorias sus discrepancias, realmente fueron meros pretextos para aflorar resabios de jaloneos previos. En unos días, el entuerto creció y causó preocupación en Palacio Nacional, se trataba de los coordinadores de las bancadas legislativas mayoritarias, ambos reconocidos impulsores, diría fervientes, de las estrategias del antecesor. El nivel del forcejeo aumentó, a tal grado, que la misma Jefa del Ejecutivo terció.
El centro del trabajo político es el poder, es inherente a la actividad pública, maniobrarlo implica ejercerlo con solidez. En contexto, los diferendos proyectan verdaderas coyunturas que permiten afianzar el liderazgo del que ostenta el control; lo que se espera es la aplicación de correctores a manera de mensajes con el objeto de que nadie más intente salirse del libreto e ir achicando los equipos. El problema no es el pleito, sino que exista el que los separe y le obedezcan, evitando montajes ilusorios que solo sirven para la foto. Vendrán ocasiones en que otras locomotoras colisionen, lo que interesa son las consecuencias, en su ausencia imperará el desorden y confusión.
Es incuestionable que persiste la huella del pasado. La sombra de Andrés Manuel divaga en los largos pasillos del Edificio de la Plaza de la Constitución, se resiste al retiro y le resta robustez a la nueva inquilina. Este factor, en un país tan disímbolo con los enormes aprietos de seguridad, en permanente debate, provoca incertidumbre ¿quién manda?
Cada dirigente traza las pinceladas históricas en el lienzo patrio, algunos con delicadeza, también habrá quien lo haga con rudeza. Son estilos. Pero casi siempre con la firmeza suficiente para mantener la dirección de las acometidas que circundan en torno a la ambicionada banda tricolor. Se ven en la silla, hay que someterlos, y si es necesario con rigor.
La República requiere de inquebrantable conducción, sin titubeos, porque las vacilaciones suelen emitir un aroma, el del miedo, y ese es el favorito de los tiburones.
Gran oportunidad para un manotazo de Sheinbaum y pintar raya. Lo eludió y le tomaron la medida.
Abogado.
@VRinconSalas