Las libertades son valores imprescindibles de la democracia, sin ellas simplemente no existe. Los totalitaristas, autocráticos o tiranos, tienen como común denominador la restricción de las garantías fundamentales. Pero ¿qué es la libertad? Es el comportamiento bajo el derecho, conducirnos en observancia de la norma. La creencia popular de que se puede lo que se quiera es falso, esa interpretación en la que no obra control, orden ni legalidad es la anarquía, el caos, que generalmente la vemos surgir tras el colapso de un sistema o durante una guerra civil.

La definición se antoja sencilla, sin embargo conlleva una serie de retos. Tal es el caso de Venezuela, los preceptos afirman la reelección permanente del dictador o en Corea del Norte que se sustenta en una combinación de elementos ideológicos, políticos y militares, centrados en el mando absoluto del opresor y un aparato estatal altamente manipulado con el azote de una regulación legislativa. Ambos ejemplos cercenan las prerrogativas apoyándose en reglas.

San Agustín sostenía que una ley injusta o inmoral no es verdadera, por tanto, pierde su legitimación. Así, la principal distinción del Estado progresista son las emancipaciones que permiten a sus ciudadanos la toma de decisiones en un entorno en el que se reconoce al ser humano eje de su objeto.

Imaginemos un régimen que nos diga qué hacer, cuándo y cómo, sin cuestionamiento, porque su congreso así lo aprueba, estaríamos ante la presencia de un monstruo ajeno a la República en el que no importarían la distribución de tareas y equilibrios.

En el juego de contrapesos el factor más notable es la prensa libre. Es a través de ese valioso pilar que se construyen, conservan y perduran las democracias. Decir lo que se piensa sin temor a la reprimenda es práctica de la soberanía del hombre. Arrancarle el pensamiento lo despoja de su esencia. Al igual, limitar el escrutinio estricto, severo y ácido del juicio público obscurece el ejercicio del poder y lo lleva a la penumbra de la perversión.

Hay momentos en la historia que han quedado marcados por este principio: El escándalo de Watergate que le costó la presidencia de Nixon o el de la ‘Casa Blanca’ de Peña Nieto que enterró su sexenio, son vivos resultados del periodismo de investigación. Por eso, proteger la actividad del columnista, reportero o articulista es primordial, porque en la medida que desplieguen sus habilidades es en la misma proporción que se tendrá una sociedad crítica, informada y reclamante, frente a sus autoridades.

Nada peor que una población callada, dócil, doblegada. Son escenarios que sirven de caldo de cultivo a los más despreciables actos de gobierno. Contrario a ello, la comunicación erige colectividades avisadas, orientadas, participativas e instruidas.

Héctor de Mauleón es un líder de opinión, su análisis da batalla al silencio previniendo abusos y menosprecios. Ha dedicado su vida profesional a fortalecer los frágiles eslabones de la incipiente y ahora maltratada democracia mexicana, de manera que toda acción que tienda a su censura es un ataque directo a la reflexión que no debemos tolerar.

Aún en pleno siglo XXI persisten resabios de la inquisición. Tenemos la obligación de expresar el rechazo a cualquier forma que intente amordazar las conciencias dignas y francas como la de Mauleón.

Abogado.

@ VRinconSalas

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