La principal actividad del ser humano es juzgar, cotidianamente emitimos opiniones sobre hechos de otros. La ejercemos desde el momento mismo del surgimiento como especie. Afirma Yuval Noah Harari en ‘Sapiens de animales a dioses’ que el hombre en la caverna comenzó a socializar motivado por el rumor, luego, apareció la sanción, habría de castigar lo considerado impropio para la tribu.
Con la evolución se dio paso a la conformación de comunidades, la facultad de resolver las diferencias recaía en los viejos. Al crecer los grupos sociales se creó el Estado, la concentración del poder decisorio lo tuvo el monarca. Frente al imperio las sociedades se rebelaron, así, sustentando las ideas de la revolución francesa, nace la República con ella la división de poderes, transfiriéndole al Judicial la potestad de la aplicación de la ley.
¿Qué cambió en la historia? Se institucionalizó el derecho a juzgar, sin embargo, en el fondo sigue siendo lo mismo: Un grupo de mujeres y hombres evaluando las conductas de sus semejantes. En México, la administración de justicia está en manos de unos cuantos, según el INEGI hay menos de mil quinientos Jueces, Magistrados y Ministros federales, la local es de paso, para atender una población de 130 millones. No se dan abasto.
Aunado a este déficit, la justicia parte desde una perspectiva de imparcialidad y objetividad imposible de lograr. Es inverosímil creer que quien juzga se despoje de su bagaje formativo cultural, emocional, político, religioso, sexual, familiar, no son máquinas, todo ello impregna sus sentencias.
La realidad nos supera, son cientos de miles de casos que cada año se presentan ante los Jueces en espera de sus opiniones que tardan años en llegar. Las partes lo recienten: Infantes cuya custodia se pelea, individuos en la cárcel, operaciones comerciales detenidas, indemnizaciones sin pagar, paternidades sin reconocer, son secuelas que impactan a la colectividad, porque la actividad de enjuiciar la seguimos practicando como en su origen, por unos pocos a muchos.
Para colmo, hay que sumar la impunidad, fruto del influentísimo, el poder económico o el tiempo. No se ha podido vencer. La gran deuda de la humanidad con la propia humanidad es la justicia, en México es eterna.
Es un desastre.
Es momento de hacer uso de las tecnologías, experimentar la aplicación del derecho a través de la inteligencia artificial aprovechando las bondades que nos ofrece. A guisa de ejemplo, obraría 24/7, sin descansos, a un bajísimo costo, pronta, no requiere enmienda constitucional pues su función no se encuentra constreñida al humano, lo mejor, no veo como corromper una computadora.
Se pudiera pensar que habrá un desplazamiento de la persona, no. Lo que se hará de lado es la mediocridad, la displicencia, la soberbia, para aplicar el producto de la mayor actividad política de los humanos: la ley. Es un reclamo general.
Es común la costumbre de satanizar lo desconocido, la historia lo demuestra, lo sufrió la energía eléctrica, la locomotora, el automóvil, el avión, el teléfono, incluso en materia de salud los trasplantes, después la computadora, el internet, las redes sociales, otrora condenados hoy son comunes, sin ellos estaríamos en la prehistoria, como la que lamentablemente se vive cada día en los juzgados.