La tesis central del utilitarismo es que la moralidad de la acción se determina por sus consecuencias, y es correcta si maximiza la dicha del mayor número de personas. En otras palabras, sostiene la necesidad de actuar con la intención de producir un significativo aumento en la satisfacción y el mínimo sufrimiento posible. Si bien el eje del pensamiento llega al hedonismo, existe una corriente que amplía su concepción de la mano del realismo. Sheinbaum la acogió.
Se entregaron 29 peligrosos criminales a la Unión Americana ¿hubo de extradición? No, ¿a alguien le importa? tampoco. La maniobra benefició al Estado al desterrar a factores incontrolables de violencia y develó la decisión presidencial de distanciarse de los que, al menos en percepción, López Obrador acercaba. El mensaje resulta positivo: no más saludos a parientes de narcotraficantes, cero tolerancia a los hampones que convirtieron nuestra tierra en un campo de batalla atestado de fosas clandestinas en las que desalmadamente se esconden miles de cuerpos de jóvenes que solo sus madres buscan.
Se argumentará que el inédito movimiento fue un ensayo para eludir la enorme presión de Donald Trump y sus aranceles, de hecho, en vigor el día de ayer. Lo cierto es que se aprovechó la coyuntura y se esquivaron largos y tortuosos procesos judiciales que hacen incomprensible la obscura e intransitable ruta de la legalidad. En la balanza está si se debe seguir el camino del juez bajo la sonrisa de los villanos o la simplicidad de la conducta que tiende a la construcción de la bondad y buenaventura de la sociedad ¿Qué al final el valor supremo no es la felicidad de todos? Esto de ninguna forma conlleva abrir la puerta a incursiones de extraños, la morenista lo dejó en claro, usará la vía que justifique la consolidación de lo que nos atañe, la República, sus equilibrios y las libertades, aunque no se llenen los requisitos del engorroso expediente.
Habrá voces cegadas de indignación patriótica que defenderán el institucionalismo, sin embargo, se diluirán de cara a los pobres frutos podridos en la corrupción y la insensibilidad de los que se rindieron a las tentaciones del dinero fácil.
Es un primer paso, la comprensión por el abatimiento de la paciencia de la población agotada por la muerte y el dolor obliga a prácticas poco ortodoxas que colman el deseo de paz, no obstante, se exige un esfuerzo superior. Aún mantenemos en prisiones a delincuentes que desde el interior operan y han tomado parte del territorio como propio y, lo peor, los que pululan enseñoreados en comunidades indefensas, sometidas por miedo a la crueldad de sus reacciones.
El alejamiento de la rectitud supone riesgos, el grave es la autoridad infinita, pero no podemos callar ante lo evidente: vivimos en pleno rompimiento del derecho, francamente, la firmeza de la ley sucumbió a los balazos. No hay parangón en la historia nacional, la convulsión trasciende generaciones hasta trastocar a la frágil democracia mexicana, para rematar, en medio del fuego de la declarada guerra comercial.
La ponderación precisa cuestionarnos sobre la eficacia de la estructura frente a fuerzas ilegítimas que florecieron en un vacío abonado en la deshonestidad de los que traicionaron la confianza de los que ahora claman justicia. Sin olvidar que toda táctica no es eterna, la actual, sirve para sortear el vendaval empresarial Trumpista del momento.