Las memorias dan testimonio de que la humanidad es caprichosa, impredecible, de repente ausente como un oso hibernando en la cueva, aislado, sufriendo hambre, incomodidades, pero, llega el día que se despierta y levanta con redobladas sacudidas tan determinantes que hacen desaparecer regímenes completos. Expresarse es su parte favorita, a través de esta confronta, desafía y se revela. Por siglos ha quedado patente que nada se guarda, más temprano que tarde aplasta a sus opresores, a los que se creen intocables y les cobra la costosa factura del hartazgo. Es el germen de los movimientos, el cansancio por el abuso, el empacho por el desprecio al prójimo.

Las poblaciones no son homogéneas, es imposible, se componen por personas, no por robots automatizados que piensen y resuelvan igual, lo notamos. En lo político está le derecha, el centro o la izquierda, como corrientes ‘raíz’, en la que cada uno escoge la que mejor le convenga; en lo religioso los individuos profesan la fe bajo el dogma que les convenza. Se podría seguir hablando sobre las múltiples facetas del hombre y siempre encontraremos las luces de lo heterogéneo que lo iluminan. Los sistemas están obligados a representar y articular esa pluralidad sin excluir ni reprimir voces disidentes, de hecho, en contextos democráticos, es garantía legítima de libertad; el reverso son los autoritarios que lo suprimen por considerarlos una amenaza a su actitud despótica.

Un país se integra con distintos orígenes étnicos, culturales, orientaciones sexuales y modos de vida, esto no solo irradia su riqueza, desde luego, también plantea retos en términos de cohesión, reconocimiento de derechos y construcción de espacios inclusivos. En entornos progresistas, se exigen estrategias públicas sensibles a las diferencias y estructuras que den voz a todos los sectores, especialmente a los históricamente marginados.

Es la naturaleza de la diversidad. Para abordarla, se impone comenzar con respeto categórico a la decisión ajena, al encuentro con la alegría genuina por vivir como se quiere, la concurrencia de una emoción disímil que puede abrir caminos hacia relaciones conscientes y solidarias, en lo íntimo y en lo colectivo.

El sábado cientos de miles marcharon en una columna multicolor, propagando la idea, educando, alejados del adoctrinamiento, difundiéndola para saberla y descubrirla, en orden y sin el arrebato que da el empuje, sino con la reflexión de que su fuerza nutre el pensamiento. Fue la afirmación de lo que importa, el asomo a lo que converge en las conciencias y no la agenda, extraña, de quien dice gobernar.

Únicamente la defensa del INE superó la demostración del fin de semana, sin duda, porque ambos son los que a la gran mayoría interesa, están siempre insertos en el imaginario y lo prueban con el arropamiento a sus causas aun ante la simulada indiferencia del morenismo que afanosamente intenta romper lo que no domina, en un claro reflejo autocrático por concentrar la ruta al absolutismo que riñe con la generosidad que da la variedad.

Es la sociedad, ese gigante adormecido que en cualquier momento dará el zarpazo para retornar a la República extraviada como reclamo por el robo de sus equilibrios. Esperemos no se demore.

Abogado. @VRinconSalas

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