Noche apacible de fiesta, la gente rondaba en el zócalo, es el festival de velas. Carlos Manzo con su esposa e hijos, uno de ellos en sus brazos, disfrutaba lo que sería, sin saberlo, su último paseo. El piso de la plaza estaba tapizado de tintineantes luces mezcladas con flores de cempasúchil formando un gigantesco tapete multicolor, sobre el que ‘La Amiga’ merodeaba al regidor. De pronto se escucharon siete detonaciones, sin cadencia, rápidas, ensordecedoras, el cuerpo del ensombrerado se sacudió y la camisa blanca se pintó de rojo carmesí. Luego gritos y desconcierto. Cayó mortalmente herido, se convulsionaba, sus escoltas ‘sorprendidos’ intentan reanimarlo, bajo una aparente desesperación se lo llevan, pero él ya va muerto, igual como aprovecharon para silenciar a su verdugo, se tenía que borrar el rastro. Minutos después se corroboró la fatal noticia, el pueblo entero le llora.
Con el asesinato del alcalde de Uruapan, se apaga una voz de lucha, de denuncia, se desvanece el valiente reclamo a un régimen incapaz de retornarnos al sendero de paz que nos saqueó la perversidad del crimen organizado y de paso, le presentó un desafío directo, frontal, a Sheinbaum, sí, le plantó cara y la retó abiertamente y con hechos le dice que son intocables, que ellos, la delincuencia, es la que dispone.
En una bufa, la mandataria sostuvo que lo protegía, la realidad mostró que sus 14 federales yacieron inútiles frente a los instrumentos de maldad, la que tiene en sus manos el destino de este país agitado, sin mando, ni orden, ante la ejecutiva que ni a los de casa controla. Sus desafortunadas declaraciones, como dardos envenenados, abonan al desprestigio de su política de seguridad que no da resultados.
Siempre se supo el riesgo, se los anunciaron, y no se previeron, si bien el gobierno no lo mató, sí lo permitió. ¿Dónde estaba la inteligencia?, ¿cómo se atreven afirmar que lo custodiaban? El ‘temible’ sistema quedó en ridículo, solo confirma lo que a todas luces constatamos, el Estado se emponzoñó y nos abandonó a la suerte de los malhechores, no hay medida, ni punto de comparación o ¿también culparán a Calderón?
Ni cómo, ni para cuándo, estamos al garete, desamparados, viendo cómo los forajidos actúan sin límites en cualquier circunstancia, hora, día y lugar, ¿qué los detiene? Lo que sí es claro y sin discusión, es que no somos nada, ¿a quién le significamos en esta jungla sin ley en la que impera la corrupción, la traición y el insulto por la vida?
Militares, Marina, Guardia Nacional, les apostamos, se les creía, había fe, suponíamos que siendo la fuerza legítima nos abrigarían y pondrían tras las rejas a los mezquinos bandoleros, pero no es así, son estos los que dictan la agenda de miles que han sido secuestrados de sus familias ante los ojos de uniformados que no son obedecidos ni acatados, los que, fruto de su mansedumbre o confabulación, ahora viven con el desprecio de la sociedad que reprocha su ausencia y la pérdida de su dignidad como gloria popular, sí, las armas de la República les fueron arrebatadas como un dulce a un niño.
Nos arrancaron a Carlos, como a muchos más que a diario perdemos. Ya estuvo, no pueden, en plena emergencia admitamos ayuda, de donde venga.
Abogado. @VRinconSalas

