Víctor Hernández Ojeda [1]
Durante su primer mandato presidencial, Donald Trump y su círculo cercano solicitaron al Departamento de Defensa múltiples iteraciones de un plan militar para lanzar ataques con drones y misiles de crucero en contra de los cárteles mexicanos so pretexto de frenar el tráfico de fentanilo. En su momento, fue la propia burocracia militar estadounidense liderada por el entonces secretario de la defensa, Mark Esper, quien se resistió a si quiera entretener la idea, calificándola de burda, absurda y contraproducente.
Hoy, durante su segundo mandato presidencial, Donald Trump tiene lo que no tenía durante su primer mandato: 1) Un consenso político amplio en torno a la idea de invadir México. 2) Un departamento de defensa decapitado y dócil a sus caprichos. 3) Una urgente necesidad política de algún tipo de victoria en materia de política exterior ante el estrepitoso fracaso de la diplomacia estadounidense para contener el conflicto en el Medio Oriente, que escaló el día 16 de julio de 2025 con una abierta declaración de guerra de Israel a Siria.
La totalidad del ala más radical e intransigente del partido republicano ha abrazado y promovido la idea de invadir México. William Barr, Daniel Crenshaw, JD Vance, Pamela Bondi, han sido militantes entusiastas de la declaratoria de los cárteles como organizaciones terroristas, y de tratar a México con los mismos lentes de hostilidad y desconfianza que se interactúa con naciones como Irán, Rusia, China o Corea del Norte.
Trump ejerció una despiadada retaliación en contra de la burocracia civil y militar que se atrevió a señalar la infantil naturaleza de su plan de invasión. En menos de 6 meses despidió al comandante del Estado Mayor Conjunto (el General Charles Brown), a la comandante de la Marina (Almirante Lisa Franchetti), a la comandante de la Guardia Costera (Almirante Linda Fagan), al segundo comandante de la Fuerza Aérea (General James Slife), entre otros.
En anticipación a una eventual campaña aérea contra los cárteles en México, la Armada estadounidense desplegó en marzo de 2025 a los destructores USS Gravely y USS Spruance para para realizar operaciones de vigilancia electrónica e interdicción marítima en el Pacífico y el Golfo de México. Ambas embarcaciones cuentan con misiles de crucero Tomahawk, la pieza de artillería balística favorita de los Estados Unidos para sus intervenciones en el exterior. Adicionalmente, múltiples vuelos de reconocimiento de aeronaves militares estadounidenses han sido avistados desde los radares civiles y militares mexicanos desde febrero de este año.
No sabemos la fecha exacta del inicio de esta campaña aérea contra los cárteles y sus colaboradores. No se ha filtrado ni anunciado la fecha de la ‘fiesta’. Pero sabemos que la mejor banda del pueblo ya está reservada, que la florería más famosa de la ciudad trabaja frenéticamente en arreglos para un evento, y que los camiones de cerveza se han visto entrar y salir de pueblo con inusual celeridad. Se ha filtrado incluso la lista de ‘invitados’, a saber, los políticos a quienes se les ha retirado su visa por presuntos nexos con el narcotráfico y los banqueros investigados por presunto lavado de dinero.
Toda operación militar tiene tres pasos previos. 1) Reconocimiento del terreno. 2) Concentración de los recursos humanos y materiales a desplegar. 3) Construcción del consenso político necesario para justificar la operación a los ojos del público. Donald Trump tiene ya en sus manos los tres elementos, sólo tiene que decidir cuándo empezar la fiesta.
[1] Director del Instituto Latinoamericano de Estudios Estratégicos (ILEES).