Lo acepten o no la jefa de Gobierno, Clara Brugada, y la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, la Generación Z tiene motivos más que suficientes para protestar.

Y es lamentable que en lugar de entender sus razones y se comprometan a corregir sus políticas públicas, los repriman y promuevan cortinas de humo culpando a la oposición de la legítima indignación de una generación que no ve un futuro digno en los gobiernos de la cuarta transformación.

Andrés Manuel López Obrador llegó al poder prometiendo mejorar la calidad de vida de las y los jóvenes y arrebatar de las garras del crimen organizando a la población juvenil.

Colocó en el centro de su gobierno al Programa Jóvenes Construyendo el Futuro, al que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha dado continuidad. Sin embargo, a la luz de los hechos, es claro que ha sido insuficiente, mientras que la crisis de la juventud se ha agudizado.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el primer trimestre de 2025, en México había 30.4 millones de personas jóvenes (de 15 a 29 años), cifra que representó 23.3 % del total de la población (130.4 millones): 51.0 % correspondió a mujeres y 49.0 %, a hombres. Según su edad, 37.0 % tenía de 15 a 19 años; 33.1 %, de 20 a 24 años y 29.9 %, de 25 a 29 años.

La Generación Z incluye a las personas nacidas entre finales de la década de 1990 y principios de la década de 2010. La edad actual de este grupo se coloca entre 12 y 27 años. Es decir, según las cifras del Instituto, el mayor porcentaje de la población joven del país es parte de la Generación Z.

Son jóvenes que se encuentran o son recién egresados de Educación Media Superior o de la Universidad, sí es que han tenido condiciones para hacerlo.

Muchos han empezado a formar una familia, y están luchando por encontrar empleo y un salario suficiente, y ven que sus expectativas personales, laborales o profesionales se estrellan contra una realidad que simplemente no les ofrece la mínima oportunidad de construir un proyecto de vida digno a corto plazo, mucho menos un futuro prometedor.

En estas condiciones, el crimen organizado ha encontrado un caldo de cultivo ideal para convertirlos en víctimas o victimarios.

Casi la mitad de las y los jóvenes no trabaja y gran parte de quienes los hacen, labora en la informalidad y recibe un salario insuficiente. Las más perjudicadas son las mujeres. (INEGI, 7 de agosto de 2025)

El desempleo, los bajos salarios, y las dificultades para acceder a crédito no les permiten adquirir vivienda y muchos aún viven con sus padres porque el costo de la renta es inaccesible.

La violencia se ha ensañado con ellas y ellos y se han convertido en las principales víctimas de la ola de desaparición que azota al país. El crimen organizado utiliza a los jóvenes como carne de cañón para cometer delitos.

La Generación Z no ve rumbo ni destino. A partir de estas condiciones de adversidad, un número considerable de jóvenes enfrenta problemas de salud mental como ansiedad y depresión y sus familias carecen de recursos para atenderlos.

Por eso está más justificado que salgan a la calle a exigir sus derechos. Las marchas del 15 de noviembre deben servir para poner en el centro de la preocupación del Estado Mexicano a las y los jóvenes y entender que las políticas públicas asistenciales y cosméticas sirven de poco frente a los problemas estructurales que enfrentan.

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