Dicen quienes lo padecen que escuchan constantemente un ruido. En algunos casos el tinnitus es tan fuerte que puede afectar la capacidad de concentración de quienes viven con él. La fuente del zumbido es interna, los demás no lo escuchan. Esa, quizás, sea la mayor diferencia con el ruido que se escucha diariamente en el país. La fuente, en este caso, es identificable. Desde su conferencia matutina el presidente lanza acusaciones, ofrece datos difícilmente verificables en muchos casos y dicta la política pública.
Con el volumen de ese zumbido, es difícil concentrarse en lo importante. Todos los días se habla de lo que el presidente quiere. Los medios lo replican, las redes sociales oficiales lo amplifican, se vuelve tema de las mesas de análisis —que buscan más confrontación que análisis— y se dificulta pensar y discutir sobre el país que queremos ser.
La semana pasada, en una charla organizada por alumnos de la Universidad de Chicago, Santiago Levy —experto en seguridad social e inclusión— sugería la necesidad de ideas para diseñar un mejor país. La política económica, en su sentido más amplio, ha quedado a deber. Se parchan fallas estructurales, pero se publicitan como grandes cambios. La reforma más reciente a las pensiones, que no al sistema de pensiones, es ejemplo de ello. No se discute a profundidad lo que necesita el país en esta materia. El capital político se desperdició en cambios que encarecen el mercado formal y profundizan las grietas del mercado laboral.
Pasa lo mismo en infraestructura. Se ha gastado tiempo, dinero y esfuerzo en obras que en poco cambiarán la capacidad productiva de la economía. Se analiza, en la medida de lo posible, lo que sabemos del Tren Maya, de la refinería de Dos Bocas, del AIFA. Los análisis no cuentan con todos los datos relevantes porque la información no es pública. El gobierno, antes de empezar dichos proyectos, tendría que haber tenido los estudios de rentabilidad social para ver si mejoraría la capacidad productiva del país. No sabemos aún, aunque lo podemos deducir, si fueron únicamente proyectos de gasto público o los podremos verdaderamente catalogar como inversión.
Las perspectivas macroeconómicas muestran que el PIB potencial no solo no ha cambiado, sino que se ha contraído. El FMI espera para el año que viene un crecimiento de 1.4%, por debajo de la expectativa de crecimiento global y en pleno momentum de relocalización. Se mencionan como obstáculos la infraestructura deficiente, la insuficiencia del mercado energético y la falta de estado de Derecho, entre otros.
En datos per capita, la producción acumulada de inicio a fin de esta administración —usando las expectativas actuales— habrá crecido 0.9%, cifra que coincide con el crecimiento per capita ajustado por poder adquisitivo acorde con el FMI. Este dato muestra que es urgente tomar mejores decisiones en materia económica.
La transición energética representa también una oportunidad. Sin embargo, México optó por el camino contrario al obstinarse en usar combustibles fósiles sin permitir la apertura que permitiría la transición. Dar el paso hacia energías limpias no será barato y tocará intereses. Sin embargo, no hacerlo será mucho más caro.
Es época electoral y el volumen del tinnitus ha subido considerablemente. Cada uno padece el propio. ¿Cómo hacer para escuchar buenas ideas si es el ruido el que prevalece?