La semana pasada tuvieron lugar las reuniones de primavera del Fondo Monetario Internacional en las que se publica el panorama económico que se tiene del mundo y de las varias economías que lo conforman. Más allá de que el FMI acierte en sus pronósticos, la reunión es importante porque muestra las expectativas en materia de crecimiento económico y de ciertas variables específicas a cada país.
El FMI ve un crecimiento sostenido pero lento, de hecho así titula su reporte, además de señalar la divergencia que se ha visto desde hace décadas ya. El Fondo estima que la economía global habría crecido 3.2% en 2023 y que crecerá a exactamente esa misma tasa durante 2024 y 2025. El crecimiento de las economías emergentes será más dinámico —como es normal— que el de las avanzadas. Las primeras crecerían a un ritmo de 4.2%, impulsadas por los países asiáticos, en particular China e India; y las segundas a una tasa de 1.8%, ligeramente mejor que las estimaciones previas.
Uno de los retos que permanece a nivel global es la inflación que, a pesar de mostrar una clara tendencia descendiente en gran parte de los países, sigue mostrando una persistencia que desafía la política monetaria altamente restrictiva que se ha tenido en los últimos dos o tres años.
Llama la atención el crecimiento estimado para la economía norteamericana. El FMI incrementó su expectativa en 0.6 puntos entre lo que esperaba en enero y lo que estima ahora en abril. A inicio de año consideraba que Estados Unidos crecería a 2.1% este año —tasa nada menor para la economía más grande del mundo— y recién ajustó el pronóstico a 2.7%.
Para México, en contraste, el ajuste fue a la baja. A principios de año se había dado un alza en las expectativas de la economía mexicana que la llevaría a crecer a 2.7%. Hoy espera un crecimiento de la producción agregada de 2.4% para 2024 y de únicamente 1.4% para el año que viene. En términos per capita, en dólares y considerando paridad del poder adquisitivo, el crecimiento sería de 1.5% para este año, pero solo de 0.6% el año entrante.
Regresamos, casi sin darnos cuenta, a ese dos por ciento en el que estaba enfrascada la economía mexicana antes de que llegara el tan mencionado nearshoring. El reporte del FMI menciona la derrama económica que beneficiará a algunos países en particular resultado de ese proceso de relocalización.
Si bien el crecimiento de 2.4% estimado para México captura ese momento, incluyendo la desaceleración en la manufactura, el Fondo también menciona que está siendo impulsado por una expansión fiscal —claro, es año electoral— y sugiere que el gobierno entrante tendrá que hacer los ajustes fiscales correspondientes como lo mostraron los precriterios de política económica con un recorte sustancial al gasto público.
Ante el cierre de un sexenio y el inicio de otro queda claro que en México cambia mucho y todo queda igual. Seguimos con problemas estructurales de fondo. Hay mucha narrativa, pero pocos cambios reales. Las reuniones de primavera nos pusieron de vuelta en ese dos por ciento que tanta insatisfacción generaba.