La economía mexicana creció 1.2% en 2024. La de Estados Unidos, la más grande del mundo, creció a un ritmo superior al doble. Durante el último trimestre del año anterior la producción se contrajo 0.6% respecto a los tres meses previos. La primera parte de la recesión ya se dio.

La cifra de crecimiento ilustra las tareas pendientes de la política pública del país. Se puede decir que ese crecimiento tan magro se debe únicamente a factores cíclicos y se incurriría en la complacencia del poco entendimiento que se tiene de los propios ciclos y en la justificación de que después de una etapa expansiva viene otra con crecimiento más lento.

Esa visión atribuye la falta de crecimiento a factores cuasi incontrolables, pero al hacerlo deja de lado el reconocimiento de los problemas estructurales de la economía mexicana. Por ejemplo, al ver el crecimiento sectorial de la economía mexicana —los datos más recientes son los del tercer trimestre de 2024— se ven con más claridad las tareas pendientes. Las actividades primarias, relacionadas con la explotación y extracción de recursos naturales, decrecieron 3% durante la administración anterior; pero el dato más preocupante es la contracción de casi 30% en el sector de electricidad, agua y gas. Esa caída, en sí misma, muestra el impacto de las malas decisiones de política pública en el crecimiento.

Si bien los ciclos económicos son inevitables, las políticas públicas, la estructura productiva y la integración de México en el comercio global juegan un papel crucial en determinar la magnitud y la durabilidad de su crecimiento. México enfrenta una serie de problemas estructurales que han lastrado su crecimiento durante décadas. Entre estos, destacan la baja productividad laboral, la informalidad, la falta de inversión en infraestructura clave, y una relación deficitaria con la innovación y el conocimiento.

Uno de los aspectos más preocupantes es la productividad. México es una potencia exportadora. Sin embargo, la falta de inversión en investigación y desarrollo, en educación de calidad y en la formación de capital humano impide que el país dé el salto hacia sectores más complejos y rentables. Esto nos coloca en una carrera con una velocidad limitada frente a economías que innovan y lideran las cadenas globales de valor.

La inversión pública en infraestructura continúa siendo insuficiente y, en ocasiones, mal direccionada. En un mundo que demanda cadenas de suministro más eficientes, energía limpia y conectividad, México sigue rezagado en áreas como transporte, infraestructura digital, y energía.

Además, la relación de México con los Estados Unidos vive uno de sus momentos más complicados. Si bien el TMEC ha proporcionado un marco para las relaciones comerciales, el juego ya cambió y todavía no sabemos bien a bien cuál será el nuevo.

La política económica interna debe apuntar hacia la modernización del aparato productivo y la creación de un ambiente propicio para la inversión privada, tanto nacional como extranjera. La inversión es el motor del crecimiento sostenido, pero la incertidumbre sobre las políticas gubernamentales, la falta de un marco regulatorio claro y la inestabilidad jurídica han desincentivado la llegada de capital necesario para transformar sectores clave de la economía.

La pregunta sigue siendo qué hacer para crecer. La economía necesita un replanteamiento profundo. No basta con culpar a los ciclos económicos o esperar que la recuperación mundial arrastre al país hacia una expansión. Las tareas pendientes se han vuelto urgentes.

@ValeriaMoy

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