El segundo piso de la cuarta transformación tiene su razón de ser en la continuación del proyecto de nación que nació con el objetivo de reivindicar las luchas sociales del siglo pasado. Pero también implica una transformación política y social al interior de nuestras instituciones y los servidores públicos a cargo de ellas.
Esta transformación debe garantizar que las instituciones se mantengan fieles a los principios fundacionales de justicia social e inclusión. Por ello, se vuelve fundamental voltear a ver también a los servidores públicos con la intención de desaparecer prácticas del régimen pasado y que sean ellos los primeros en demostrar empatía con la ciudadanía. En tiempos donde la sociedad demanda resultados, también la integridad se vuelve un pilar fundamental para nuestras instituciones y por tanto es imperativo que quienes no compartan esta visión reconsideren su lugar y cedan el paso a quienes sí están dispuestos a caminar en esa dirección.
En este contexto, es indispensable considerar que la ciudadanía pueda tener acceso a mecanismos que permitan seleccionar y evaluar a los servidores públicos de manera constante. Recordemos que anteriormente existían los contralores ciudadanos, mecanismos que garantizaban una mayor transparencia y rendición de cuentas. Si hoy contamos con revocación de mandato para el presidente, es razonable exigir que también existan mecanismos similares para gobernadores, alcaldes e incluso para designados. Esto permitiría fortalecer el vínculo entre las instituciones y la ciudadanía, garantizando que quienes asuman estas responsabilidades cuenten con la legitimidad necesaria para desempeñar sus funciones.
Hoy, como gobierno de izquierda tenemos una doble responsabilidad: cumplir con las expectativas de cambio y al mismo tiempo consolidar a nuestras instituciones. Como servidores públicos, tenemos el deber de garantizar que el rumbo trazado por el proyecto de nación permanezca firme.
Recordemos que la cuarta transformación no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar una sociedad más democrática, segura y equitativa. Pretender conservar las viejas prácticas, asumir que un encargo es un lugar de privilegio y no de responsabilidad, y buscar una vida de opulencia en el servicio público, es una visión distorsionada y obsoleta que el pueblo ya no tolera. Por ello, es importante que quienes lleguen al servicio público tengan presente que su actuación no solo hablará por ellos sino por las instituciones, por el gobierno, y por ¿qué no?, hasta por el movimiento.
Estamos empezando el año y prácticamente también empezando una nueva administración, yo les invito a todas y todos los servidores públicos a reflexionar sobre la importancia de nuestras labores en la sociedad y asumir con responsabilidad la confianza que nos brinda la sociedad.
Académico y especialista en políticas públicas en materia de procuración de justicia y paz