En esta Nochebuena, en que las familias mexicanas se reunirán para celebrar la Navidad, quiero compartir con todas y todos nuestros lectores una reflexión entorno a dos de los más grandes desafíos que enfrentamos durante todos estos años desde la Fiscalía: la violencia y el delito. Retos que han acompañado a la humanidad desde su inicio y que hoy en día continúan mermando las capacidades de las personas para su desarrollo pleno en condiciones de justicia y equidad. Entonces ¿son la violencia y el delito, dos rasgos inevitables de nosotros como humanidad o se trata de dos construcciones sociales que podemos superar? Este debate, que ha ocupado a filósofos, antropólogos y científicos sociales, merece una reflexión en un momento en el que enfrentamos desafíos globales que parecen perpetuar la idea de que la violencia y el delito son inevitables. Al respecto, un pensador contemporáneo, psicólogo experimental y lingüista, el profesor Steven Pinker, defiende la idea de que la razón, la ciencia y el progreso han mejorado significativamente la calidad de vida humana, al mismo tiempo que estos avances han permitido la reducción de prácticas violentas como guerras, homicidios y torturas. Este declive, sostiene, no es producto de una supuesta naturaleza humana pacífica, sino de la construcción de sistemas sociales, políticos y económicos más funcionales, en los cuales las leyes, las instituciones y el progreso han desempeñado un papel central. Sin embargo, esta perspectiva también nos obliga a cuestionar cómo y por qué particularmente la violencia ha sido justificada a lo largo de la historia.
En el contexto del capitalismo, un sistema que históricamente ha priorizado la acumulación de riqueza sobre el bienestar colectivo, la violencia y la injusticia se convierten en instrumentos funcionales. Guerras por recursos, explotación laboral y desigualdades extremas, son ejemplos de cómo la violencia y la injusticia no solo se tolera, sino que a menudo se legitima en nombre del progreso económico. Entonces, desmontar la narrativa de que la violencia y el delito son dos elementos imposibles de separar de la condición humana, se vuelve crucial para avanzar hacia un modelo de sociedad más justa. Esto no implica negar que los seres humanos podemos ser violentos y cometer daños a nuestros semejantes, sino reconocer que son las circunstancias sociales y económicas las que moldean nuestras decisiones.
Por su parte, el Dr. Manuel Eisner, desde el Instituto de Criminología de la Universidad de Cambridge, ha profundizado en el análisis histórico de la violencia, aportando una perspectiva cuantitativa muy valiosa. A través de su estudio: Tendencias históricas a largo plazo en materia de delitos violentos, Eisner traza la evolución de las tasas de homicidios desde la Edad Media hasta la actualidad, demostrando que, en sociedades premodernas, las tasas de homicidio eran hasta 40 veces mayores que las actuales, lo que refuerza esta idea en la que violencia no es una constante histórica, sino un fenómeno moldeado por contextos específicos. Entonces, la transición hacia sociedades más pacíficas está estrechamente relacionada con el fortalecimiento del estado moderno, el control estatal de la fuerza y la promoción de valores como la empatía, la solidaridad, el apoyo y el respeto mutuo.
Ambos especialistas coinciden en algo fundamental: la violencia y el delito no son dos destinos inevitables, sino el resultado de estructuras sociales y decisiones humanas que pueden transformarse.
Además, hoy enfrentamos un nuevo desafío: los medios digitales, en lo que internet, el cine, la televisión, algunos géneros musicales y los videojuegos, han normalizado y glorificado la violencia. En muchas producciones cinematográficas y televisivas, así como en música dirigida especialmente a las generaciones más jóvenes, la violencia, el delito y la cosificación de las personas, especialmente las mujeres, no solo es el eje central de la narrativa; y aunque estos recursos son desarrollados bajo la justificación de generar solo entretenimiento, también nos llaman a reflexionar sobre el tipo de contenidos que consumimos y promovemos. Nuestras tradiciones mexicanas, en cambio, nos ofrecen una poderosa lección de convivencia pacífica y unión. La tradición de pedir posada, por ejemplo, refleja no solo un acto de fe, sino un ejercicio de empatía y solidaridad. Al abrir las puertas para recibir a quienes piden cobijo, recreamos el valor de la hospitalidad y recordamos que todos, en algún momento, hemos necesitado el apoyo de los demás. Estas prácticas fortalecen los lazos comunitarios y nos enseñan que la verdadera fortaleza radica en la colaboración, no en el conflicto.
En la Ciudad de México, hemos comenzado a construir un modelo que prioriza la justicia social y el respeto a los derechos humanos; y desde la Fiscalía General de Justicia, trabajamos sin detenernos para que la procuración de la justicia no sea una herramienta de represión, sino un pilar para la construcción de paz y equidad; y mediante todos estos esfuerzos hemos demostrado que es posible caminar hacia un modelo económico y social con rostro humano, donde las instituciones sean vehículos de transformación y no perpetuadoras de desigualdad. Además, adoptamos enfoques basados en datos y evidencia, que nos permiten focalizar los recursos de manera más eficiente para prevenir y combatir la violencia y el delito.
Desmontar la mentira histórica de que la violencia es parte de nuestra esencia nos obliga a asumir una gran responsabilidad: construir una sociedad donde la paz y la justicia sean prioridades.
En esta Nochebuena los invito a recordar que la paz no es un milagro, sino un esfuerzo colectivo; y aunque aún queda mucho por hacer, estoy seguro de que juntos y juntas seguiremos fortaleciendo los cimientos que hemos construido. La Fiscalía es hoy una institución más sólida, más transparente y más cercana a la ciudadanía. Pero sobre todo, una Fiscalía que cuenta con servidores públicos comprometidos con la labor de procurar justicia pronta y expedita, además de favorecer la reparación integral a las víctimas.
La historia no está escrita; la escribimos nosotros cada día y cada decisión cuenta. Que esta Navidad sea un momento para renovar el compromiso con la paz, con la justicia y con la esperanza de un futuro mejor para todas y todos.
Encargado de despacho FGJ-CDMX