Manuel Gil Antón escribió en El Universal: “Si la brújula de la decencia no es institucional, sino recurso interno optativo, se erosiona la confianza social.”
Hablaba de otro tema, pero es obvio que cuando la dirigencia o los líderes pierden la brújula ética, entonces la estructura se desvía y pierde el rumbo, se dice que deriva.
El tema es de fondo, ¿a dónde vamos? En este caso, ¿a dónde vamos en la izquierda electoral? No sólo por a quienes se escoge para que la representen en los estados, sino por las prácticas que se usan para escogerlos y apuntalarlos. No es que llegue tal o cual precandidato del PRI, sino que llegan con las mismas prácticas y sin hacer una valoración de su historia o por lo menos de los hechos más deplorables que han encabezado.
En un gran porcentaje no existe compromiso con lo que para ellos deben ser nuevos objetivos y métodos. Todo se convierte en un mero trámite para participar y ganar a través de un movimiento que se alimenta precisamente de las ganas de la sociedad de dejar a esos personajes y sus prácticas de lado.
Por eso estamos ante el problema de perderlo todo en la izquierda aun cuando sea ganando electoralmente (como ocurrió en varias ocasiones en el pasado en el PRD). Y se trata de ganar en las urnas y es posible hacerlo sin estos arreglos o con un mínimo de ellos, pero para ello se debe tener confianza en los resultados que pueden alcanzar quienes han trabajado por el cambio y no en quienes han hecho todo por detenerlo.
Los cambios a nivel local también son nacionales y en un partido en el que no existen dirigencias municipales las bases no tienen forma de expresar sus anhelos, temores, simpatías, antipatías y decisiones adecuadamente. Por eso la inclusión de estos personajes ha llevado a un resultado contrario al que se desea: al del hartazgo de las bases y de lideres locales. Ese es el motor del movimiento. Se debería de cuidar, alentar y respetar. Las bases no desean decisiones que lleguen como si provinieran del espacio exterior: sin ninguna relación con esta tierra y sus preocupaciones. Exigen ser escuchadas, participar con dignidad y en igualdad. Con fraternidad. Esas no son parte de una utopía, son objeto y método de las luchas en las que participamos
La vieja excusa, porque tiene décadas y es vieja, aceptada por todos los militantes durante ese tiempo, de que es importante mantener la unidad para ganar en lo nacional, ya no sirve más. Es preciso que la transformación llegue a lo local. Muchas de las practicas que obligaban a los militantes a aceptar como dato lo que se decidiera a nivel nacional no tuvieron buen término. Prolongaron más el camino. Hoy, tampoco debe aceptarse este dicho. Lo local merece justicia, democracia y respeto en el partido que hoy representa a la izquierda electoral en este país. No se necesita más permiso que el de los compañeros. Al trabajo, a la calle, a las urnas, iremos allí donde sea necesario.