"Encuentra un mentor" era el consejo profesional más efectivo para ascender profesionalmente. Pero ahora hay un excesivo escrutinio hacia el coucheo justo cuando se divulga la tendencia de los couches para que sus pupilos sigan trayectorias profesionales exactamente iguales a las suyas y acota aportaciones personales del profesionista novato.

Todo esto plantea una pregunta: ¿La tutoría realmente es benéfica o solo vive de glorias pasadas? Ambas.

La clave está en enseñar lo que no se puede aprender en las universidades. Es decir, formas de conocimiento intuitivas y no escritas o formalizadas. Implica ir más allá de lo establecido en las buenas prácticas estandarizadas.

Entonces, los mentores que transmiten el conocimiento adquirido a través de su experiencia laboral en lugar de las habilidades codificadas, tienen aprendices con más probabilidades de sobresalir.

Sin embargo, el enriquecimiento mediante una mentoría no es un proceso orgánico ni unidireccional: Le corresponde al estudiante diversificarse, tomar el conocimiento tácito de su mentor y crear algo que abra nuevos caminos. Es decir, el discípulo posee una gran responsabilidad para generar su propio éxito.

El mentor, entonces, no es un maestro en el término convencional del término. Es un guía que conducirá al novato por los caminos que éste decida tomar. No puede trazar la ruta que seguirá el aprendiz, tampoco señalarle todo lo que verá en el camino. En la tutoría se necesita asumir que cada ruta es individual e intransferible.

No en vano, los mentores que generalmente poseen los mejores registros y reputación, tienden a atraer a los estudiantes con talento para ingresar a su programa. El gran señuelo es la dicotomía desarrollo-libertad. Pocos alicientes pueden ser tan fuertes como éste. Se le llama asortatividad.

La historia en las empresas muestra que son más exitosos los profesionistas que se aplican a un tema nuevo y original, respecto a aquellos que sólo siguen directrices o planteamientos convencionales. Es decir, quienes sólo emulan los preceptos de sus gurús.

Esto puede ejemplificarse mediante las tesis de grado: licenciatura presenta un compendio ordenado de opiniones. En la maestría se agrega una perspectiva pragmática. Doctorado implica formular ideas y soluciones nuevas sobre un problema paradigmático en determinado sector.

Por otra parte, hoy sabemos que los mejores mentores transmiten algo que va mucho más allá de la experiencia en la materia. Es un conocimiento tácito, es pragmático, es un estilo de vida, un objetivo plenamente articulado.

Entonces, los aprendices no solo aprenden habilidades concretas de sus mentores. También registran cómo plantean preguntas de investigación, generan una lluvia de ideas, interactúan con sus colaboradores… es decir, conocimientos que son difíciles de codificar y aprender formalmente. Esto es, a fin de cuentas, lo que determina el verdadero valor del mentor.

Rector del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC).

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