Optar por masificar la educación superior sin cuidar la calidad conduce a retrocesos y desempleo.

El éxito educativo es todo. Menos una cuestión de ideologías.

La libertad de elegir, la competencia entre instituciones educativas, la inexistencia de cualquier control gubernamental, la ausencia de sindicatos todopoderosos y formación de profesores competentes, son los ingredientes para que la educación verdaderamente sea un factor que detone el crecimiento económico.

Las universidades públicas, sobre todo las de los estados de la República, deben dejar de ser nichos de reproducción del poder político total.

Toda universidad pública o privada debe ser fuerte, propositiva hacia la investigación, productora de mentes dinámicas, creativas, críticas.

Cada universidad pública debe abandonar el control estatal y dejar que sea la competencia entre las instituciones la que defina la calidad educativa. No hay razón de la existencia de universidades mediocres con alumnos mediocres.

Hoy, el salto cualitativo a mejores empleos requiere que residan en nuestro país empresas que desarrollen y ocupen alta tecnología, el problema es si estamos en condiciones de atraer tal sector, si contamos con el material humano para ocupar esas pretendidas plazas.

Es correcto que la educación llegue a todos, pero también es imprescindible que la educación impartida sea de calidad. Sin embargo, la evaluación realizada por organismos internacionales nos muestra que no es así.

Simplemente en la prueba PISA realizada en 2013, México resultó ser el peor de la OCDE en educación. En ese momento, según los resultados de la prueba, al país le tomarían 25 años para alcanzar el promedio de la OCDE en matemáticas y más de 65 años en lectura. Esto, reitero, antes del atraso significativo presentado a raíz de la pandemia mundial del Covid-19.

Con frecuencia se afirma que nuestro país vive una crisis de empleo que se refleja en la falta de oportunidades laborales y salarios bajos. Eso es cierto, pero detrás también hay una crisis de habilidades. No existe suficiente calidad para la formación de capital humano.

No es un problema exclusivo de la educación superior. Deviene desde las más básicas y fundamentales unidades sociales: familia, iglesia, escuela en todos sus niveles, comunidad local, centros de trabajo, partidos políticos, grupo social.

La formación de capital humano debe ser constante y multidimensional.

Así, no basta crecer en escolaridad. Se debe crecer en la formación de habilidades especializadas.

El pobre desempeño económico de los países latinoamericanos durante los últimos cincuenta años se debe, en buena medida, a un problema de habilidades educativas.

En suma: el aumento de la matrícula es importante, pero ello es centrarse en la cantidad. Se debe fortalecer paralelamente la calidad. No puede optarse por una y otra. Es necesario un avance paralelo para mejorar las perspectivas de empleo y movilidad social.

Rector del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC).

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