Ya estamos a más de la mitad del año 2024 y parece que solo hay más retos y estancamientos en conflictos internacionales convencionales y dilemas políticos, tanto domésticos como internacionales, que nos impactan en este mundo interdependiente. Para empezar, estas fechas han marcado mucho la opinión pública. ¿Por qué? El primer debate presidencial entre Joe Biden y Donald Trump, celebrado el 27 de junio de 2024, no solo ha expuesto las diferencias entre ambos candidatos, sino también la tenacidad de la lealtad partidaria en Estados Unidos. A pesar de que muchos califican el desempeño de Biden como débil, las encuestas muestran que no todos los votantes están dispuestos a cambiar su intención de voto, lo que evidencia la profundidad de las ideologías partidarias.

¿Nos esperan giros inesperados en los escenarios políticos? Esta semana, Estados Unidos lidera la cumbre del 75 aniversario de la OTAN en Washington. A pesar de que, día a día, como bien dijo Trump en el debate, Estados Unidos es percibido como un país menos capaz y menos inteligente en el escenario internacional debido a su polémico y mal manejo político.

¿Realmente la actuación de los candidatos influye tanto en las decisiones de los votantes? Una encuesta de Ipsos reveló que el 60% de los espectadores del debate opinan que Trump tuvo un mejor desempeño en comparación con el 21% que pensó lo mismo de Biden. Sin embargo, menos de la mitad de estos espectadores consideraron que el desempeño de Trump fue bueno o excelente.

Aunque se percibe a Trump como el ganador del debate, su actuación no logró impresionar significativamente a los votantes. Por otro lado, un alarmante 73% calificó el desempeño de Biden como pobre o terrible, lo que ha generado preocupaciones sobre su aptitud mental y física para ser presidente. Antes del debate, el 27% de los votantes probables calificaron la aptitud mental de Biden como buena o excelente, una cifra que cayó al 20% después del debate.

A pesar de este panorama desalentador para Biden, la intención de voto se ha mantenido sorprendentemente estable. Solo el 4% de los encuestados dijeron que considerarían menos votar por Biden después del debate, mientras que el 2% dijo lo mismo sobre Trump. Esto sugiere que, independientemente del desempeño en los debates, la mayoría de los votantes están firmemente arraigados en sus respectivas lealtades partidarias.

Biden no solo debe lidiar con una percepción pública negativa sobre su capacidad para liderar, sino también con el hecho de que una tercera parte de los demócratas están a favor de cambiar el candidato. ¿Podría la convención demócrata de finales de agosto traer un cambio radical? Parece improbable, a pesar de las crecientes dudas sobre la efectividad de Biden.

En medio de este clima político interno, la cumbre de la OTAN en Washington, que celebra 75 años de la Alianza Atlántica, presenta un escenario bastante predecible. La cumbre se desarrolla en un contexto de guerra en Ucrania, con Rusia intensificando sus ataques, y con movimientos estratégicos de otras potencias, como los ejercicios militares de China y Bielorrusia.

Los líderes de la cumbre según se centrarán en aumentar “el apoyo” a Ucrania en medio de su conflicto con Rusia, con discusiones probables sobre un compromiso financiero a largo plazo y una asistencia militar y capacitación mejoradas. La posibilidad de la futura membresía de Ucrania en la OTAN también será un tema significativo, aunque sigue siendo controvertido dentro de la alianza debido a las preocupaciones sobre el conflicto en curso con Rusia.

Muchos opinólogos de estudios europeos dicen que esta reunión será un momento crucial para que la OTAN demuestre su unidad y capacidad de adaptación frente a las amenazas modernas mientras celebra su larga historia de garantizar la defensa y seguridad colectiva. Sin embargo, a su parecer, los temas "urgentes" a abordar parecen ser demagógicos e ineficientes, más aún considerando que ni siquiera se sabe qué postura tendrá Estados Unidos después de sus elecciones. Sin su piedra angular, ¿cómo seguiría la OTAN "fortaleciéndose"?

Si Trump gana, podríamos ver una reorientación de prioridades. Podría haber una reevaluación del compromiso financiero y militar de EE. UU. con la OTAN, dado el enfoque previo de Trump en que los aliados aumenten sus gastos de defensa. Sin embargo, estos esfuerzos de la OTAN podrían ser vistos como provocaciones hacia Rusia nada más, lo que intensificaría la ofensiva rusa. Ucrania, al seguir dependiendo del apoyo occidental y estadounidense, corre el riesgo de perpetuar un conflicto que trae sufrimiento diario a su población.

Actualmente, el mundo carece de liderazgos claros. Aunque se perciba que el desempeño en debates o campañas electorales difiere, como se vio con Trump, quien fue considerado ganador por la mayoría pero sin una mejora significativa en su valoración general, surge la pregunta: ¿por qué la percepción de un mejor desempeño no influye más en la intención de voto?

A pesar de la percepción negativa hacia Biden, solo un pequeño porcentaje de votantes están dispuestos a cambiar su intención de voto. Esto refleja una profunda polarización y lealtad partidista que parece inmune a debates y al desempeño individual de los candidatos. En este contexto, es preocupante que la potencia que ha promovido la unipolaridad durante tantos años, los Estados Unidos, se vea obligada a elegir entre opciones subóptimas para lograr una mejor gobernanza. El futuro dirá si la política exterior se administrará de manera más racional ante los conflictos mundiales y si la OTAN seguirá siendo una prioridad para los Estados Unidos, aunque su relevancia se cuestione, especialmente en casos como Rusia y Ucrania.

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