En medio de la vorágine de obras y promesas incumplidas, el Tren Maya emerge como un sombrío emblema de la imprudencia gubernamental. No se trata únicamente de la desolación que deja a su paso, en forma de cuevas y cenotes devastados, sino del venenoso rastro que deja sobre nuestras reservas de agua limpia. Distintos videos grabados por activistas locales documentan la contaminación de las aguas subterráneas por la construcción del tren, marcada por la detonación de explosivos para cimentar sus más de nueve mil pilotes en terrenos calcáreos, es una alarma ensordecedora.

Esta turbia corriente, me explica en entrevista José Urbina, espeleobuzo y ambientalista local, desembocará inexorablemente en el mar, amenazando con envenenar nuestros frágiles arrecifes y, por ende, poniendo en jaque su supervivencia. Un desastre ecológico de esta magnitud impactará no solo a nuestra selva, sino a la propia supervivencia de nuestras comunidades.

Las mentiras, esas piezas fundamentales en la retórica oficial, se entrelazan con promesas incumplidas y sordera deliberada ante las voces que claman justicia. Los despojos y abusos perpetrados por los responsables de la construcción del Tren Maya han quedado impunes, agravando aún más el desolador panorama. No podemos dejar de lado que estas actuaciones irresponsables no solo socavan nuestros recursos naturales, sino también los derechos de aquellos que habitan estas tierras ancestralmente.

Urbina  visualiza un futuro desolador que trasciende incluso la culminación de la obra. Su legítima inquietud, compartida por muchos, recae en las secuelas que quedarán después de la inauguración. ¿Qué nos depara una vez que el último tramo de vías haya sido colocado y la cinta cortada? Un desarrollo desbocado con cientos o miles de nuevos cuartos de hotel, autopistas y deforestación ¿Será este el legado que estamos dispuestos a aceptar?

El Tren Maya, alzado sobre cimientos de engaño, se erige como un símbolo ominoso de la negligencia gubernamental y la insensibilidad hacia nuestra rica biodiversidad y comunidades. La pregunta que acecha es si estaremos dispuestos a permitir que esta triste historia destruya nuestra herencia natural y cultural en aras de intereses políticos y económicos efímeros.

La voz de alerta no proviene solo desde nuestro país. El hijo del legendario explorador Jacques Cousteau ha levantado su voz en advertencia, mediante cartas desesperadas que han quedado sin respuesta oficial. Su acento de alarma resonó con más fuerza ante el riesgo que el desembarco de balasto proveniente de Cuba planteaba para los arrecifes de Puerto Morelos. Debemos recordar que el Gran Arrecife Maya conforma parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, el segundo sistema coralino más extenso del planeta, solo superado por la icónica Gran Barrera de Coral en Australia.

“El panorama ecológico de México es sombrío, por donde quiera hay devastaciones y contaminaciones” -me dice en conversación Rubén Arvizu, Director para América Latina de la Fundación Ocean Futures. “Los cenotes son sólo uno de los más visibles ejemplos de cómo llevar a cabo obras monumentales de infraestructura, sin contar antes con los debidos estudios de qué hacer y qué no hacer.”

Pero nuestras inquietudes y llamados de precaución han caído en oídos sordos. El presidente ha hecho caso omiso a las advertencias tanto de los expertos que han anticipado, respaldados por datos contundentes, la destrucción que ahora aflige a nuestra región, como de la sociedad civil, los ambientalistas y las comunidades indígenas cuyos territorios serán atravesados por este ferrocarril.

Esta desconcertante indiferencia presidencial ha allanado el camino para un sinnúmero de decisiones erráticas, excesos sin control y actos ilegales de proporciones alarmantes. Su desdén se despliega selectivamente, reservando sus oídos sordos para las críticas que lo empañen. Frente a la ruina de sus proyectos estelares, la pobre gestión de programas y el trágico derramamiento de sangre en Lagos de Moreno, Jalisco, su respuesta monótona se reduce a encuestas aduladoras que supuestamente lo coronan como el presidente mejor evaluado. Ni la gravedad de la situación ni la constante crítica parecen alterar su sonrisa imperturbable.

Twitter: @solange_

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