Violencia, saqueos y movilizaciones han tenido en vilo a Ecuador en lo que es la segunda semana de una crisis política que pone en riesgo la estabilidad del gobierno. Con apenas dos años como presidente de Ecuador, Lenín Moreno enfrenta su primera, y quizá decisiva, crisis de gobierno.

El draconiano plan de austeridad que presentó a finales de agosto pasado derivó en una creciente ola de protestas que lo obligaron, incluso, a mover la sede de los poderes de gobierno de Quito a Guayaquil, tratando de evitar un enfrentamiento con los manifestantes.

Un plan al parecer ideado con el objetivo de obtener una línea de crédito del Fondo Monetario Internacional (FMI).

El punto más álgido de dicho programa de austeridad, denominado “paquetazo” por los propios ecuatorianos, tiene que ver con el aumento hasta en 25% del precio de los combustibles; dicho aumento fue el cerillo que encendió la mecha del desacuerdo y que provocó que miles de ecuatorianos salieran a las calles a manifestarse, algunos de manera pacífica, otros de manera violenta, pero todos protestando por lo que, al parecer, son medidas económicas impuestas desde el exterior.

Durante más de cuatro décadas, los subsidios a los combustibles habían sido una importante política gubernamental, especialmente para gobiernos emanados de la izquierda, como el que supuestamente encabeza Lenín Moreno, heredero político del controvertido expresidente Rafael Correa y de su movimiento fundado en 2006: el Socialismo del Siglo XXI.

Luego de 10 años al frente del gobierno, Correa cedió el paso a su delfín, un hombre muy cercano a él y a sus ideas políticas y económicas, o al menos eso pensaba en el distante abril de 2017, cuando lo abrazaba con emoción luego de que Moreno ganara las elecciones con 52% de los votos.

Pocos meses más tarde, el nuevo presidente marcaría distancia definitiva con su antecesor al dejar sin funciones al vicepresidente Jorge Glas, luego del escándalo por acusaciones de corrupción que al final lo llevarían a la cárcel. En aquellos meses, Rafael Correa se exiliaba en Bélgica para evitar acusaciones por corrupción en su gobierno.

Lo anterior, entre otras
cosas (incluido el penoso episodio del arresto de Julian A-
ssange en la sede de la Embajada Ecuatoriana en el Reino Unido) han sido momentos de gran tensión entre dos antiguos aliados que hoy son enemigos declarados. Rafael Correa, tras haber modificado la Constitución para permitirse la reelección indefinida, buscaría ser candidato presidencial otra vez y ello ha dado pie a su pedido de elecciones anticipadas, pedido que miles en las calles respaldan al exigir la renuncia de Moreno. Un momento de inflexión podría darse en caso de que Correa decidiera volver al país para tratar de tomar el poder.

A nivel internacional, la ruptura entre Moreno y Correa supuso para el primero hacerse a un lado del tradicional alineamiento que tenía el segundo con Venezuela y el chavismo, e incluso con Cuba, los que ya apoyan a Correa y a los opositores al gobierno exigiendo su salida. Moreno por su parte ha obtenido ya el apoyo de Argentina, Brasil y Colombia y es previsible el apoyo de Estados Unidos.

Ecuador no es ajeno a la caída de presidentes por la vía de la movilización popular, baste recordar la caída de Abdalá Bucaram en 1997; la de Jamil Mahuad en el año 2000, y el de Lucio Gutiérrez en 2005, todas motivadas por protestas masivas, violencia y, al menos en los últimos dos casos, la intervención activa de los campesinos e indígenas. Las protestas de este 2019 están siendo también encabezadas por indígenas y campesinos. Al tiempo.

Analista internacional
Twitter: @solange_

Google News

TEMAS RELACIONADOS