En diciembre del 2023, los cruces ilegales en la frontera entre México y Estados Unidos alcanzaron un máximo histórico, con casi 250,000 personas detenidas según datos oficiales. Al concluir ese mes, funcionarios estadounidenses viajaron a México para reunirse con López Obrador y abordar este tema crítico. El apremiante llamado de auxilio surtió efecto y, para enero, el número de cruces ilegales había disminuido más del 50%. No obstante, en febrero, López Obrador estuvo cerca de rechazar otra reunión, tras la filtración de una investigación de la DEA sobre los fondos de su campaña en 2006. Fue a raíz de una llamada directa de Biden que López Obrador accedió a recibirlos, no sin antes exponer públicamente todo el asunto.
Este incidente podría haber pasado inadvertido en otro contexto; sin embargo, en el actual clima electoral de Estados Unidos, el tema migratorio ha escalado hasta convertirse en la principal preocupación de un número creciente de votantes, convirtiéndose en uno de los ejes que podrían definir el resultado de la elección presidencial.
Según diversas encuestas publicadas a principios de abril, Trump llevaría la delantera o estaría técnicamente empatado con Biden en siete estados clave, los llamados estados swing. En estos, Trump se posiciona con el 52% frente al 32% de Biden en términos de quién está mejor capacitado para gestionar la inmigración.
México se ha convertido en un factor crucial para la contención en la frontera, situación que López Obrador ha utilizado para sostener una narrativa desafiante frente a Estados Unidos, la cual raramente recibe respuesta o crítica desde la Casa Blanca. Desde hace tiempo, el presidente Biden parece haber optado por evitar confrontaciones con el gobierno mexicano. Este año, en particular, y con su reelección en juego, el gobierno mexicano podría seguir utilizando el control migratorio como medio para elevar el tono desafiante y eludir críticas que, a su vez, podrían dañar su propia imagen.
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