Una madrugada de 2019, un ojeroso Evo Morales abordaba un avión de la Fuerza Aérea Mexicana que lo alejaría de la gravísima crisis política y social que crecía en Bolivia.
Aquel octubre de 2019, Morales no solamente cometía un fraude a la Constitución al postularse para un nuevo mandato presidencial (por cuarta ocasión), iba inclusive en contra de la voluntad ciudadana que en un referéndum realizado 2016 había votado mayoritariamente por el NO a reformar la Constitución para permitirle a Evo volver a ser candidato. El anuncio de Morales sobre su supuesto triunfo desencadenaron un alud de protestas en todo el país.
Presionado por los militares (aquellos a los que por años encumbró y a los que entregó una buena parte de las funciones civiles del Estado), Morales presentó su renuncia para tratar de despresurizar el entorno y calmar las protestas que se volvían cada vez más violentas. Esa vertiginosa serie de acontecimientos culminaron en su huída del país ayudado por el gobierno de México.
Pasado un año de las movilizaciones, Evo, asilado primero en México y luego en Argentina, terminó por perder una gran parte el apoyo popular con que contaba beneficiando con eso a la oposición que se sumó al enojo ciudadano. La debacle política condujo a un nuevo proceso electoral donde, por primera vez en 14 años, el candidato presidencial en la boleta no era Evo sino Luis (Lucho) Arce.
El triunfo en 2020 de Arce, ex Ministro de Economía de Evo, se explicaba sobre todo por los gravísimos errores cometidos por la oposición. La vuelta del MAS al poder cayó como balde de agua fría para quienes deseaban terminar con el legado de Evo. Sin embargo, Arce no ha sido, ni de lejos, un heredero de Morales.
Durante los primeros dos años de su gobierno, que incluyen los años de la pandemia, Luis Arce tuvo índices de aprobación positivos por encima del 51-52% en abril de 2022. Como había sido de esperarse, Arce, un hombre de clase media, logró acercarse a un sector de la sociedad que ya no se identificaba más con Morales.
Considerado como el cerebro detrás de los logros económicos de Bolivia, este hombre que prometía una postura mesurada y conciliadora ha sido acusado los últimos meses por Evo Morales y por los propios dirigentes del MAS de estar creando una estructura paralela en el partido, bajo el pretexto de su renovación, para contender en las elecciones del 25, de corrupción, de ligas con el narcotráfico, pero sobre todo de traición por fracturar al partido.
Sin embargo, esto no es más que el resultado de una serie de diferendos surgidos entre los evistas y el gobierno de Arce. Las intentonas de intromisión e imposiciones desde los simpatizantes de Evo han sido rechazadas una y otra vez por Arce y sus ministros. Esto ha llevado a elevar las tensiones entre el expresidente y el presidente en funciones desde el año 2021. A eso hay que sumar las acusaciones de corrupción y los magros resultados económicos del último año que han hecho caer los ratings de aprobación de Arce en este 2023.
Lo interesante es que la división al interior del MAS podría llevar al triunfo de la oposición. Lo escalofriante es que el posible candidato mejor posicionado es Luis Fernando Camacho, ultraderechista preso luego de las manifestaciones del 2019, acusado de conspirar contra el entonces gobierno de Evo.
Conforme el tiempo para las elecciones presidenciales del 2025 se acorta, las diferencias en el oficialismo comienzan a aflorar. Y es que Arce tiene intención de buscar la reelección. Todo indica que también Evo, traicionando a los bolivianos y violando la Constitución… otra vez.
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