“Tienen muchos bad hombres ahí. No están haciendo lo suficiente para detenerlos. Creo que su ejército está asustado. El nuestro no, así que podría enviarlo para que se haga cargo”. Estas palabras, pronunciadas por Donald Trump en una llamada telefónica con el entonces presidente Enrique Peña Nieto en 2017, adquieren hoy una nueva relevancia luego de su triunfo en las elecciones del martes pasado.

Aquella conversación, descrita como “muy ofensiva” por la periodista Dolia Estévez, se perfila como un presagio inquietante de lo que podría ser la relación bilateral bajo la nueva presidencia de Trump. El tono amenazante y la falta de diplomacia no fueron un desliz momentáneo, sino un anticipo de lo que nos espera con Trump de nuevo en la Casa Blanca y con mayoría en ambas cámaras del Congreso.

Este escenario plantea desafíos sin precedentes para México en al menos tres frentes cruciales: migración, comercio y seguridad.

Partidarias de la vicepresidenta Kamala Harris, después de que pronunció un discurso en Washington. Foto: de AP
Partidarias de la vicepresidenta Kamala Harris, después de que pronunció un discurso en Washington. Foto: de AP

De acuerdo con datos del Migration Policy Institute, hay más de 5 millones de mexicanos indocumentados en Estados Unidos. En campaña, Trump prometió “la operación doméstica de deportaciones más grande en la historia de Estados Unidos”. Esto podría desencadenar una crisis humanitaria sin precedentes en nuestra frontera norte con consecuencias económicas devastadoras para el país.

Según un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), en el peor escenario de deportación masiva, el PIB de México podría caer 16.3% para 2028 y las remesas, que en 2023 alcanzaron 63 mil 312 millones de dólares (4% del PIB), podrían reducirse drásticamente, afectando principalmente a estados como Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas. Aun cuando el costo y la logística de llevar a cabo estas deportaciones es muy alto, el riesgo sigue siendo alto, así como la posibilidad de que Trump vuelva a utilizar el tema arancelario como moneda de cambio para la “cooperación migratoria” como ya lo hizo en la presidencia de López Obrador.

En el ámbito comercial, el panorama no es más alentador. El futuro del T-MEC se estará decidiendo en los próximos meses. Existe la posibilidad de que Trump busque forzar una renegociación completa del tratado e incluso de que retome su postura de preferir acuerdos comerciales bilaterales separados con México y Canadá, en lugar de mantener el acuerdo trilateral actual.

Otra preocupación en el ámbito comercial son sus constantes declaraciones sobre endurecer las reglas de origen para aumentar el contenido norteamericano y prohibir las exportaciones de empresas chinas desde México, particularmente en el sector automotriz, así como las amenazas de imponer aranceles, lo que afectaría a más de 80% de las exportaciones mexicanas.

En materia de seguridad, aunque la retórica de Trump ha sido agresiva, una intervención militar directa en México sigue siendo poco viable debido a las implicaciones diplomáticas, legales y geopolíticas. Por el contrario, no lo sería la designación de los cárteles del narcotráfico como organizaciones terroristas. En este sentido, es más probable que se busque aumentar la presión a través de otros medios, como sanciones económicas o una mayor militarización de la frontera.

El regreso de Trump será un gran reto para México. Su retórica incendiaria no es nueva, pero su regreso al poder con mayorías en el Congreso sí lo es y con ello se eleva la posibilidad de cumplir sus amenazas. La pregunta clave es: ¿logrará México articular una respuesta en medio del declive institucional que el país atraviesa? Está por verse.

X: @solange_

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