George McWhirter Fotheringay era un hombre común, un sencillo oficinista que un día descubre que puede hacer milagros. Sin embargo, pasa su tiempo usando su poder en tonterías, porque tiene el poder pero no sabe qué hacer con él. “El hombre que podía hacer milagros” de H.G.Wells es una historia clásica que bien puede ayudar a explicar nuestra realidad.
Angustiado por no saber qué hacer con sus poderes, Fotheringay un día cuenta su secreto a un clérigo que lo incita a usar cada vez más su poder. Al darse cuenta de que su poder crece cada vez más, Fotheringay se empieza a volver ambicioso, y juntos comienzan aquella noche, un embriagador camino de milagros no solicitados por toda la ciudad.
Como en la historia de Fotheringay y el clérigo, el Presidente y su mermado gabinete, parecen tener las mejores intenciones en su agitado andar. Con tan sólo desearlo, Fotheringay reforma a los borrachos de la ciudad y para evitarles mayores tentaciones a los recién recuperados, transforma también toda la cerveza y alcohol en agua. Como cambiar aeropuertos, construir refinerías y trenes mayas.
Hay que decir en su favor que no los movían más que puros buenos sentimientos, eso y la expectativa del aplauso popular al día siguiente. ¡Cuán agradecidos estarían todos con ellos! El aplauso mañanero de los que con cara larga aún van a la desmañada misa diaria. La sonrisa cómplice de los reporteros de la primera fila que leen preguntas atinadamente elaboradas para lograr la sonrisa y la presunción de los milagros acaecidos por nuestro propio Fotheringay, en las últimas 24 horas.
Pero la noche se acababa y la excitación no. Las ganas de seguir cambiando todo sin preguntar para dar la sorpresa al día siguiente, los convence de una idea loca. Usan sus poderes para detener la rotación de la tierra ¿qué de malo podría pasar? El Apocalipsis. El pueblo ya no está. Rayos y truenos, un viento destructor. Todo está en ruinas.
Algo parecido en la realidad, donde el vendaval lujurioso de la Cuarta Transformación está dejando en ruinas al país. Que el deseo de detener el avance del país para regresarlo a la fuerza a los 80’s está dejándolo en ruinas. Todo sigue siendo lanzado con violencia mientras López Obrador reflexiona, sonríe y hace como que ignora.
La aprobación presidencial se cae semanalmente y frente a la pandemia y a la crisis económica que viene, la perspectiva es que seguirán cayendo. Ya nadie cree en los milagros de la Cuarta Transformación, estos no han llegado y no llegarán. La apuesta ideológica es la única que queda pero es un fusible que se quema pronto si no hay alimento que llevar a casa, si no hay trabajo, si no hay salud.
Pero quizá no todo esté perdido. En la obra de Wells Fotheringay, en un momento de sensatez desea perder todos sus poderes y volver el tiempo atrás a como estaban las cosas antes de que él pudiera destruirlas… ¿Pedirá AMLO su deseo a tiempo?
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