Ya antes de la crisis sanitaria por el coronavirus , la percepción sobre la democracia en el mundo venía en franca caída. El fracaso en el objetivo de lograr sociedades más justas y equitativas, con menos pobreza y menos discriminación había logrado que en países como México, fuera cada vez más clara la decepción por un modelo aparentemente gastado y sin futuro.
Las predicciones económicas para 2020 han sido desalentadoras, la mayor parte de ellas anunciando una recesión mundial de dimensiones aún más severas que las vividas en 2008 con la consecuente pérdida de empleos, incertidumbre económica y financiera y desazón social. Ese escenario, como hemos visto, va ligado históricamente a la inestabilidad política. La oferta de soluciones fáciles y simplistas vuelve a ponerse sobre la mesa.
Las democracias liberales en el mundo han tardado en dar respuesta a la crisis. Han sido los gobiernos autoritarios en su mayoría, China en particular, los que mejor han lidiado con la pandemia a través del establecimiento de medidas draconianas. Curiosamente todas las acciones que permiten mitigar el contagio del coronavirus atentan contra los propios postulados democráticos: limitar las libertades civiles, confinar a los ciudadanos en sus casas, incluso utilizando al ejército para hacer cumplir las reglas, prohibir la actividad económica e incluso en algunos casos, limitar o denegar la libertad de prensa por considerar que atenta contra la seguridad nacional.
China
se ha lanzado en una campaña de propaganda a nivel mundial, no sólo para desmitificar su participación en el inicio de la pandemia, sino también para exportar sus soluciones a la crisis como la única tabla de salvación. Soluciones que incluyen la propia idea de que su sistema político es más funcional en estados de crisis como la actual. Se trata de convencer de que la limitación de libertades es una pequeña cesión frente a un bien común mucho más importante: la vida de las personas.
En el pico de la crisis sanitaria en Europa, ha sido China la que se ha erigido como salvadora, enviando equipo médico, medicamentos y personal médico para ayudar a los países superados por el tamaño de la tragedia. Las imágenes de los médicos chinos con toneladas de equipo médico en aviones rumbo a Italia, Polonia, España, Grecia, han dado la vuelta al mundo al igual que las imágenes de las ciudades chinas volviendo a la normalidad junto con encabezados que alaban la rapidez de la respuesta y encumbran la posibilidad de que China supere muy rápido la crisis económica .
En un entorno tan inestable como el que esperamos en los meses y años por venir, mensajes como estos no hacen sino confundir a la ciudadanía que, al igual que lo hizo en la década de los 30’s puede voltear a ver ejemplos como el de China como arquetipos de buen gobierno. El mundo vivirá una nueva ola de crecimiento de partidos políticos y movimientos autoritarios, nacionalistas, populistas y/o fascistas que buscarán alcanzar el poder y en algunos casos lo lograrán.
El mapa político se reconfigurará sin lugar a dudas en el mediano y largo plazo después de esta crisis, se formarán nuevas alianzas y otras tal vez se estén condenando a desaparecer. El reto será que frente a todo eso, las democracias encuentren la forma de sobrevivir y reposicionarse. Los cambios por supuesto no serán inmediatos, pero el riesgo es inminente.