“Según un informe del M16, los incendios de Maui son el resultado de una mortal ‘arma meteorológica’ estadounidense”. Esta afirmación, tan audaz como preocupante, nos sumerge en un escenario donde la desinformación, potenciada por la Inteligencia Artificial, se convierte en el arma más sofisticada de la era digital.
El 2024 será un año crucial para la democracia global. Con elecciones en India, México, la UE, EE.UU. y Venezuela; un vasto segmento de la población mundial acudirá a las urnas en un contexto tecnológico sin precedentes. Será la primera vez que estos comicios se desarrollen en la era de la Inteligencia Artificial (IA) de uso masivo. No solo están en juego las sillas presidenciales, sino nuestra capacidad para discernir la realidad en un mar de falsedades digitales.
La IA ha trascendido su papel inicial. Ya no es solo un asistente virtual o una herramienta de marketing. Su capacidad para moldear opiniones, crear realidades alternas y, en manos equivocadas, desestabilizar sociedades, es algo que apenas comenzamos a comprender.
El pasado miércoles, en un intento por abordar estos desafíos, líderes tecnológicos como Elon Musk, Sam Altman y Mark Zuckerberg se reunieron en un "Congressional Hearing" a puerta cerrada. Aunque hubo consenso sobre la necesidad de regular la IA, las soluciones concretas siguen siendo esquivas. Mientras Estados Unidos se encuentra en debates internos, China y la Unión Europea avanzan decididamente en la regulación de la IA.
La interferencia en elecciones, evidenciada en 2016 con la propagación de noticias falsas por actores externos, podría ser solo la punta del iceberg. La intromisión de China y Rusia en las elecciones de otros países, utilizando la Inteligencia Artificial para difundir desinformación, es una amenaza real y palpable. Estos actores externos han demostrado tener la capacidad y la voluntad de manipular la percepción pública para lograr sus objetivos geopolíticos.
Además, los propios actores políticos locales podrían malversar estas herramientas, generando escándalos y acusaciones basadas en pruebas fabricadas por IA. Este patrón, explotado en campañas de desinformación, no solo tiene el potencial de engañar, sino que crea caos y apatía.
¿Estamos preparados para enfrentar estos desafíos? La respuesta, lamentablemente, es no. A pesar de los esfuerzos de algunas naciones por regular la IA, aún estamos en pañales en cuanto a la creación de un marco regulatorio sólido y coherente que proteja a los ciudadanos de los peligros potenciales de la IA, sin sofocar la innovación.
Las elecciones de 2024 en México y el mundo serán un termómetro de nuestra capacidad para enfrentar los desafíos de la IA. En esta era de pos-verdad, en un país donde las mentiras emitidas desde las más altas esferas, incluido el propio Presidente, son repetidas incansablemente por voceros, periodistas a sueldo y granjas de bots, herramientas como ChatGPT y MidJourney se convierten en un arma de doble filo. La distinción entre realidad y ficción digital se vuelve cada vez más tenue, situando al ciudadano promedio en una encrucijada.
Es imperativo que nuestro país se ponga a la vanguardia para establecer regulaciones claras y efectivas para el uso de la Inteligencia Artificial en el ámbito electoral y en la difusión de información. No podemos permitir que la IA se convierta en una herramienta para desestabilizar democracias y socavar la confianza en nuestras instituciones.
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