Con una popularidad por encima el 90% Nayib Bukele se apunta para ser reelecto como presidente de El Salvador, marcando así su consolidación como el mandatario mas popular de América Latina.
La “Bukelemanía”, como algunos medios la han bautizado, comenzó en marzo de 2022 cuando Bukele atajó uno de los problemas que más preocupaban a los Salvadoreños: la inseguridad. Desde la declaración de estado de emergencia hasta la fecha, el gobierno ha puesto en prisión a más de 75,000 personas. Una cifra impresionante en uno de los países más pequeños del continente.
Su política de seguridad, criticada por muchos y emulada por otros, ha tenido como resultado una drástica disminución de la delincuencia en el país antes azotado por la violencia de los grupos criminales. Violencia que había generado un gran hartazgo entre una población que se había manifestado dispuesta a sacrificar valores democráticos y libertades a cambio de seguridad.
Así se percibía en la encuesta del Latinobarómetro donde solamente el 48% de los latinoamericanos señalaba estar de acuerdo con la afirmación de que la democracia “era preferible a cualquier otra forma de gobierno”, una cifra que ha venido cayendo consistentemente en la última década.
Las imágenes de aquel mes de marzo dieron la vuelta al mundo: miles de jovenes a rape, con el torso desnudo sentados unos junto a otros y custodiados por la policía. Videos de la policía persiguiendo y deteniendo a otros tantos con tatuajes que los identificaban como parte de una “mara” o de otra se convirtieron en motivo de controversia mundial por la rampante violación de derechos humanos y al debido proceso. Sin embargo, esos debates en El Salvador toparon con pared ante ciudadanos satisfechos de recuperar las calles y la sensación de seguridad.
El próximo domingo, los Salvadoreños le perdonarán a Bukele sus abusos, el tinte autoritario de su gobierno y la progresiva destrucción de las instituciones democráticas. Y lo harán porque hoy tienen una tasa de homicidios de 0.4 por cada 100,000 habitantes cuando en 2015 había llegado a un pico de 103.
Bukele logró, en apenas un año, convertir al país más peligroso en uno dude los más seguros del continente con niveles parecidos a los de Canadá.
Por eso la Bukelemanía se ha contagiado. Ecuador, luego de la crisis desatada el 8 de enero ha tratado, sin mucho éxito, de copiar la política de seguridad. Daniel Noboa, el presidente ecuatoriano, enfrenta el desafió de atajar a los cárteles de las drogas que tienen al país al borde de una guerra civil.
En México, la percepción de inseguridad alcanza el 62% entre la población, reflejando el fracaso gubernamental en combatir una violencia comparable a la de Ecuador, con altas tasas de homicidios y una violencia creciente de los cárteles. Estos temas serán cruciales en las campañas para las elecciones de junio.
En El Salvador, se presenta un dilema esencial para la región: lograr un balance entre políticas de seguridad efectivas y el mantenimiento estricto de las normativas democráticas y derechos humanos. La paz, tan anhelada en la lucha contra la delincuencia organizada, no debe socavar las libertades democráticas. Este equilibrio es el reto principal que enfrentamos.
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