Brasil está a la vera de una probable crisis política y constitucional que podría tener efectos nocivos tanto para ese país como para todo el subcontinente. Por meses Jair Bolsonaro, Presidente de Brasil, ha negado la existencia de la pandemia, ha acusado a los gobiernos locales en su país de mentir y ha encabezado las protestas contra el desconfinamiento en su propio país. Con ello ha provocado que Brasil se convierta en el nuevo epicentro de la pandemia.

Brasil esta en la lista de los gobiernos que peor han manejado la crisis del coronavirus, peor de lo que lo han hecho gobiernos como el de Estados Unidos o incluso el de México. Brasil ocupa el segundo lugar en número de casos de contagio confirmados con casi 750,000 mientras México se encuentra en el lugar 14 con casi 125,000. Por lo que hace al número de decesos, Brasil está en el tercer lugar con casi 40,000 casos mientras México se encuentra ya en el séptimo lugar con aproximadamente 15,000 fallecimientos.

Distintos editoriales han puesto énfasis en la posibilidad de un auto golpe militar destacando las declaraciones del propio presidente y de diversos miembros de su gabinete augurando “consecuencias impredecibles para la estabilidad nacional” en caso de que se inicien investigaciones por corrupción contra Bolsonaro y miembros de su familia.

A diferencia de lo ocurrido hace unos días donde altos mandos del Ejército de Estados Unidos se pronunciaron en contra del uso de la fuerza contra las ciudadanos recalcando su lealtad a la democracia y la Constitución, Brasil tiene antecedentes dictatoriales que no deben subestimarse. La realidad latinoamericana es muy distinta de la de nuestros vecinos en Estados Unidos, con todo y Trump.

Si bien es cierto que Bolsonaro ha despreciado abiertamente a los órganos del Estado responsables de controlar el poder (el Supremo Tribunal Federal y el Poder Legislativo) e incluso a los medios de comunicación, también lo es que un golpe militar se antoja difícil. Bolsonaro, al igual que López Obrador en México, es un populista y como tal buscará siempre estar arropado “por el pueblo”.

Mientras sus índices de aprobación caen, se hacen evidentes los malos resultados en el control de la pandemia y se comienzan a sentir los efectos de la crisis económica que viene, Bolsonaro seguirá esforzándose en desestimar las instituciones democráticas, pues sabe que puede llegar a enfrentar un impeachment o bien la anulación de la elección que lo llevó al poder en 2018.

Es, en alguno de esos dos escenarios, donde el riesgo a la democracia podría presentarse. Recordemos que Bolsonaro tiene un pasado militar y desde su arribo al gobierno ha incluido a generales y miembros del ejército en distintas posiciones de su gobierno. El verdadero riesgo no es una toma violenta del poder sino un lento y silencioso debilitamiento de las instituciones que contribuyan a la idea de que el país no puede funcionar por la corrupción, las males prácticas y la falta de legitimidad de todas las demás instituciones (excepto claro la presidencial).

Ante eso, la acción de esas mismas instituciones cobra mucho mayor. relevancia. Una buena noticia es que justo ayer un juez ordenaba al gobierno de Bolsonaro volver a publicar los datos de contagio por Covid-19 y el Ministerio de Salud acató la orden judicial. Sin embargo, los símbolos están ahí. La intención de socavar la democracia existe y es innegable, ¿qué tanto éxito podría tener en el corto plazo? es lo que falta por ver.

Twitter: @solange_  

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