No conozco personalmente a Xóchitl Gálvez. Jamás he cruzado palabra con ella ni hemos coincidido en foros políticos o profesionales. Le dedico este artículo porque es la aspirante a la primera magistratura de México hacia la que se ha volcado con el mayor encono el discurso del caudillo con vocación de dictador. Contra Gálvez se ha esforzado ese discurso, violatorio de la Constitución y de la más elemental decencia política.
Lo mismo podría comentar con respecto a otros aspirantes que figuran en el Frente Amplio por México. Me refiero a Enrique de la Madrid, que ha ganado en enjundia e impacto, como lo mostró en la entrevista que le hizo Joaquín López Dóriga, en la que se cuestionó la peregrina idea presidencial de que vamos “requetebién”, cuando es notorio que vamos “requetemal”. También aludo a Beatriz Paredes, política de primer nivel, amiga entrañable, dotada de gran talento y experiencia. E incluyo a Santiago Creel, que desde la tribuna de su desempeño ha rechazado los errores y tropiezos del caudillo.
Aunque no se trate de una aspirante del Frente Amplio, reconozco la batalla que ha librado Beatriz Pagés en sus apreciaciones acerca del ambiente de odio generado por el Ejecutivo de la Unión, que pone en peligro la paz de la República y el principio de legalidad que debiera gobernar la conducta de quien es garante de libertad y concordia, no jefe de una facción política.
Es evidente que el Ejecutivo Federal debiera someter su conducta al mandato liso y llano de la Constitución y abstenerse de alentar candidaturas propias e impugnar a quienes aspiran a servir a México desde filas distintas de las que aquél señorea con gran despliegue de poder.
Como se ha dicho, Xóchitl Gálvez representa una corriente de viento fresco en la víspera del gran proceso electoral que se avecina. En los últimos meses ha sabido despertar y promover una ola de simpatía. El caudillo lo advirtió y por ello dirige una buena parte (que es mala parte) de su artillería contra esta mujer que da lustre a la política y atrajo en poco tiempo, con valentía y sinceridad, la opinión de millares de ciudadanos, que en ella —como en otros personajes del Frente Amplio— ven la oportunidad de corregir el rumbo y rescatar a México de la caída que padecemos.
Desde el Palacio Nacional, el titular del poder omnímodo agravia a muchos mexicanos y a sectores enteros de la sociedad, utilizando sus armas para fomentar rencores y preparar el advenimiento de fuerzas que gobiernen a la sombra de la 4T. Es posible, pero también es inaceptable utilizar esas armas en perjuicio del progreso democrático y la paz social.
No es fácil que una persona, por vigorosa que sea, resista indefinidamente semejante asedio. Por ello los partidos políticos y la sociedad civil deben acompañar con firmeza y convicción a Xóchitl Gálvez —como también a sus colegas en esta legítima pretensión democrática— hasta que se cuente con un candidato idóneo a la Presidencia de México, tan disminuida en estos años. De ahí la necesidad de ejercer ese acompañamiento político y requerir a Xóchitl Gálvez que no se quiebre ni se doble. No se trata del bien de una aspirante, sino del bien de México.