Los abusos cometidos por Marcial Maciel no son una noticia nueva; lo sorprendente hoy es el silencio que guardan los Legionarios de Cristo frente a la serie de HBO, El Lobo de Dios, y ante lo que ocurre dentro de su congregación. Ese silencio, aunque doloroso, puede transformarse en una oportunidad única: la de reconocer, reparar y construir un futuro distinto.
Es importante dejar claro que no podemos generalizar los delitos de algunos individuos para desacreditar todo lo que representa un movimiento como este. La Legión de Cristo ha sido, para muchos, un espacio de formación espiritual y educativa valiosa. Sin embargo, nada de ello puede colocarse por encima de la verdad ni del cuidado a las víctimas. Ellas deben ocupar siempre el primer lugar.
De la serie debemos rescatar, sobre todo, la valentía de quienes se atrevieron a denunciar en una época en la que hablar de abusos sexuales —especialmente dentro de la Iglesia— era visto, de manera injusta, como motivo de vergüenza. Su testimonio abrió un camino que hoy nos permite hablar de frente sobre estas violencias y aspirar a una Iglesia más honesta y protectora.
Esa valentía debe inspirar a la Legión de Cristo a dar pasos firmes. Es imprescindible cuidar y respaldar a las víctimas, pero también trabajar para que hechos así nunca vuelvan a repetirse. Adoptar una política de cero tolerancia frente a la violencia sexual infantil no debe verse como un castigo, sino como un acto de coherencia con el mensaje cristiano de amor y dignidad humana.
Hoy, la violencia sexual contra menores ya no es un tema que pueda ocultarse. Es un problema grave en México y en el mundo. La Iglesia Católica, en particular, tiene la oportunidad de predicar con el ejemplo: establecer políticas claras, transparentes y contundentes de protección. Al hacerlo, no sólo acompañará a las víctimas, sino que también podrá recuperar credibilidad y convertirse en un verdadero referente moral.
Lo ocurrido en el pasado no puede cambiarse, pero sí puede transformarse en un aprendizaje que impulse un futuro distinto. Sin embargo, también es necesario reconocer que el silencio prolongado de la Iglesia frente a la violencia clerical, especialmente los abusos sexuales infantiles, ha generado un terreno fértil para que muchas víctimas sigan teniendo miedo de denunciar y, peor aún, para que algunos crean que pueden salirse con la suya.
Es momento de poner un alto definitivo a esa dinámica. La Legión de Cristo debe abrazar nuevamente a las víctimas y también a quienes, durante tanto tiempo, creyeron en ellos. Solo así podrá comenzar a sanar, recuperar confianza y demostrar que está dispuesta a caminar hacia un futuro más justo, transparente y esperanzador.
Presidenta de Reinserta






