La justicia en México siempre ha sido un terreno incierto, un espacio donde la impunidad y el espectáculo a menudo se entrelazan. El caso de Rodolfo “Fofo” Márquez es un reflejo de esta realidad: un sistema que en lugar de impartir justicia, simula acciones ejemplares para acallar críticas y calmar la
Antes de continuar, aclaremos algo: nadie en su sano juicio justificaría los actos de violencia cometidos por Márquez. Lo que hizo fue inaceptable y debe ser castigado. Sin embargo, lo que estamos viendo en su caso no es justicia, sino una condena desproporcionada que responde más a su fama que a un genuino intento de aplicar la ley de manera equitativa.
El problema de las condenas ejemplares
Cuando un personaje con notoriedad comete un delito, el sistema judicial mexicano suele operar en dos extremos: o lo deja impune o lo convierte en un chivo expiatorio. En el caso de Márquez, la condena por intento de feminicidio es alarmante no porque sea inocente, sino porque la misma justicia que deja en libertad a miles de agresores reincidentes ahora parece haber decidido hacer de él un ejemplo.
El delito de intento de feminicidio es gravísimo y, por supuesto, debe castigarse con todo el peso de la ley. Pero, ¿es este un caso que realmente encaja en esa categoría? Si comparamos su sentencia con la de otros agresores que han intentado asesinar a sus parejas, que han violado, que han torturado y que han sido liberados con penas mínimas o con la posibilidad de pagar una fianza, la situación se vuelve aún más inquietante.
La organización OCUPA lo explica muy bien, “si empezamos a llamar feminicidio a cosas que no lo son, terminamos debilitando las herramientas que protegen a las mujeres… En derecho penal la sentencia debe ser proporcional al daño causado; en el delito de lesiones se protege la integridad física y mental de las personas mientras que en el feminicidio se protege la vida. Además se tiene que probar la intención, para feminicidio no solamente hay que probar que intentó matar si no que fue por razones de género”
El problema es claro: nuestro sistema judicial no está impartiendo justicia de manera equitativa. Fofo Márquez no está pagando solo por lo que hizo, sino también por la indignación colectiva acumulada hacia agresores que sí deberían estar tras las rejas pero que siguen en libertad. “Cuando un juicio se vuelve mediático y se usa para calmar la indignación pública, refuerza un sistema que castiga con base en la presión social no en la justicia y quienes salen más afectadas son las mujeres” -OCUPA, 2025.
Una justicia selectiva no es justicia
Cuando el castigo se aplica de manera selectiva, cuando parece que algunos pagan más caro por su notoriedad y no por la gravedad real de sus actos, estamos ante una simulación de justicia. No es justicia que se castigue con dureza a uno mientras se deja en libertad a cientos de agresores más peligrosos.
Lo que México necesita no son sentencias ejemplares basadas en la presión mediática, sino un sistema que funcione con criterios claros, que proteja a las víctimas sin distorsionar la ley para apaciguar a la opinión pública.
Si queremos justicia real, debemos exigir que el sistema opere con congruencia, no con la intención de hacer de ciertos personajes un espectáculo de castigo mientras la impunidad sigue siendo la norma para la mayoría de los agresores en este país.
Presidenta de Reinserta