El sábado pasado, mientras caminaba por uno de los mercados más importantes de la Ciudad de México, me encontré con una escena que me dejó reflexiva y asombrada… no puedo decir que con miedo, aunque la escena como tal era absolutamente de terror. Entre los puestos había una mujer con un delantal blanco, mutilaba y cortaba muñecos de bebés, también había sangre falsa, trituraba intestinos de plástico, habían pies de mujer con tacones, piernitas de niños chiquitos con calcetines bañados en sangre en un puesto donde la gente podía comprar como decoración para sus casas. Los acomodaba con cuidado, como si fueran parte de una exposición que resultaba un tanto gráfica y quizás hasta una apología del delito.
No puedo dejar de pensar en todas esas madres y familiares que salen con picos y palas a buscar a sus seres queridos. Ellas y ellos buscan, literalmente, los restos de sus hijos e hijas. Esta es una realidad que vivimos hoy en México: hay más de 100 mil personas desaparecidas oficialmente reconocidas.
En ese mismo puesto, unos metros más allá, vendían uniformes del Cártel de Jalisco Nueva Generación. “Disfraces de narcos”, les decían. Casi dos mil pesos por el uniforme táctico completo: botas, chaleco, parches, gorra. Todo lo necesario para parecer parte de un grupo criminal que, en la vida real, ha dejado miles de muertos, desaparecidos, familias enteras rotas.
Y la gente pasaba, compraba, reía, se tomaba fotos.
En estas fechas se conmemora el Día de Muertos y también una tradición más comercial, Halloween. Son fechas de dulces, de disfraces, de risas y travesuras; pero también el recuerdo del reencuentro de los que ya no están. Es una fecha hermosa en nuestro país donde nos tomamos el tiempo para festejar el amor en familia y las memorias inolvidables de nuestros seres amados que hoy no están más con nosotros.
No dejemos que esto se pierda por la normalización de la violencia.
Mientras seguimos celebrando, en México se registran más de 80 homicidios diarios. Cada día se denuncian más de 50 violaciones sexuales, y una de cada tres víctimas de trata de personas es menor de edad. En lo que va de 2025, se han registrado 23,357 casos de violencia intrafamiliar en el país. La delincuencia organizada ha penetrado todos los espacios: desde los gobiernos locales hasta los videojuegos y los disfraces de temporada.
Ese día me quedé pensando si la normalización de la violencia en nuestro país es un mecanismo de defensa para afrontar la realidad de hoy y si sí, ¿cuál es el costo social de la misma?
Me pregunto si nos hemos quedado sin capacidad de asombro y confieso que solita me asusté al no sentir miedo de ver esa apología al delito. Somos víctimas ya todos y todas de la normalización brutal de la violencia en nuestro país y necesitamos hacer conciencia de ello ya que las consecuencias son brutales para nuestra sociedad.
Porque no, la violencia no debería ser un puesto en un mercado. No debería ser un disfraz. No debería ser parte del juego.
Presidenta de Reinserta

