Los diputados son de vergüenza. De una ignorancia supina (lo cual se evidencia en cada debate sobre las leyes), incapaces de presentar ideas o argumentos, lo único que saben es insultar y por esa gracia reciben un muy buen sueldo y otros beneficios.
Nunca esto ha sido más claro que la semana pasada: uno de ellos insultó al presidente del INE cuando fue a comparecer y otros al subsecretario de salud que ni estaba allí. Aquél no solo dejó a Lorenzo Córdova con el saludo, sino que además le gritó “¡No me toques, igualado!,¿quién te crees?” Estos por su parte, abrieron un diccionario para sacar de sus páginas todas las palabras que sonaran a grosería y dirigírselas a López Gatell.
Hoy esta articulista les devuelve la pregunta: ¿Quién te crees Óscar Cantón Zetina? ¿Quién se creen Fernando Torres Graciano, Mariana Gómez del Campo, Gerardo Fernández Noroña y otros cuyos nombres que ni siquiera recuerdo?
Estos individuos han vivido siempre del erario. Cuando no son diputados son senadores, y cuando ni una ni otra, entonces son funcionarios. Cambian de partido a gusto y conveniencia, con tal de conseguir un hueso, y creen que insultar los hace ser alguien.
Los hoy devenidos morenistas y sus aliados, lo único que hacen es sumarse a la borreguitud que les impone su partido, que es la borreguitud que les exige el presidente de la República. Cantón por ejemplo e igua que AMLO, se ha dedicado a atacar al INE, lo imita. Dice que su presidente “se ha empeñado en envilecer la democracia acto con acto”, exactamente lo que le podemos decir a él y a sus compañeros en la cámara (así, con minúscula, pues en eso la han convertido). Por lo que se refiere a los de otros partidos, sus insultos a López Gatell los retratan a ellos de cuerpo completo: miserable, imbécil, etc. (¿sabrán siquiera lo que significa genocida?, lo dudo, pero les encanta usar el término)
Nuestros finísimos “representantes” (y lo pongo entre comillas porque a mí y a muchos no nos representan), no han entendido que lo cortés no quita lo valiente (¡hasta la mamá del peor delincuente, mereció que el Jefe del Ejecutivo la saludara cortesmente!), ni han entendido que los insultados representan a instituciones, lo cual por sí mismo obliga a recibirlos con corrección, para hacerles los cuestionamientos y las críticas que consideren pertinentes, pero ojo: dije cuestionamientos y críticas, que no es lo mismo que insultos y groserías.
Estos individuos no merecerían siquiera una mención, si no fuera por lo que su actitud dice de nuestra sociedad y que, por lo tanto, nos involucra a todos. Estamos hablando de un modo de funcionar en el que se han perdido los modales, la cortesía y hasta la decencia necesarias para la convivencia civilizada; estamos hablando de personas que creen que entre más gritonas y groseras sean, eso las convierte en mejores defensoras de sus causas. No se percatan de que este modo de actuar no sirve para ganar las batallas, pero sí para generar esa violencia de la que después tanto nos quejamos.
Porque la violencia, como lo han mostrado los estudiosos, no se detiene en las palabras, sino que escala: empieza por los insultos y llega a los golpes; se manifiesta en las familias y luego en las escuelas y las calles; se convierte en delincuencia y también en ataques a periodistas, funcionarios, policías y soldados. Y eso no solamente es grave hoy, sino irreversible mañana.