Al redactar los 30 artículos que componen la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 –tres años y medio después de concluida la Segunda Guerra Mundial en Europa–, sus autores –entre quienes destacó Eleanor Roosevelt– no olvidaron la importancia de un derecho que es inalienable a las personas: la protección de la propiedad intelectual.

Así, el segundo párrafo del artículo 27 de la DUDH prevé lo siguiente: “2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora”. La redacción es clara y este derecho conlleva obligaciones de los Estados para protección de la propiedad intelectual para salvaguardar derechos de las personas.

En tanto derecho humano, la propiedad intelectual se encuentra reconocida en diferentes constituciones de Latinoamérica, otorgando al Estado facultades para su protección por la razón per se de ser un derecho de las personas, pero también por otra razón: el potencial de la innovación como motor económico.

Lo anterior no pasó desapercibido este año por la Real Academia de Ciencias de Suecia, que otorgó el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel –conocido como el Nobel de Economía– que premió a tres economistas –Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howit– por “haber explicado el crecimiento económico impulsado por la innovación”.

Las personas investigadoras que fueron galardonadas con el premio Nobel de Economía 2025 comparten un mismo campo de estudio: el crecimiento económico moderno que es continuado y acumulativo. Este tipo de crecimiento, propio del mundo posterior a la Ilustración europea y de la revolución industrial, posee una característica principal y es que tiene en la innovación y el progreso técnico su principal base.

Lo anterior implica, en pocas palabras, que la innovación conlleva dar un paso adelante y dejar atrás lo obsoleto en materia de tecnología e innovación. Así, se trata de una destrucción creativa –principalmente en el caso Philippe Aghion and Peter Howitt–, concepto ideado por el también economista de la primera mitad de siglo XX, Joseph Schumnpeter, el cual, en palabras de Aghion y Howitt, sostiene que “La idea de que el progreso tecnológico necesario para el crecimiento sostenido en una economía dinámica debe renovarse continuamente con oleadas de innovaciones que hagan obsoletas las tecnologías anteriores”.

La innovación y el avance científico aplicado en particular, propicia –y facilita– que la economía de los Estados se fortalezca, mostrando que debemos apostar por la innovación y por la protección a la propiedad intelectual, ya que esta última permite que todo el ecosistema que se desarrolla en torno al desarrollo y avance científicos tenga un marco de protección y de beneficio social.

Así, estos dos actores del campo humano –innovación y conocimiento científico – deben mantener una relación simbiótica con la protección a la propiedad intelectual, la cual permite, como hemos visto, dos cosas: satisfacer derechos humanos y potenciar la economía.

¿Qué derroteros debemos seguir en México? Apostar por el desarrollo científico, la innovación y la transferencia de tecnología deben ser ejes medulares en las políticas económicas y sociales a seguir desde los diferentes sectores de la sociedad.

Esto, afortunadamente, es parte de las políticas de la actual administración del Gobierno de la República, como incluso puede apreciarse tanto en el Plan México como en el Plan Nacional de Desarrollo de la presidenta Claudia Sheinbaum, en donde se asienta que “El desarrollo científico y tecnológico es crucial para enfrentar los desafíos nacionales, como se observa en las bajas tasas de investigación científica y de patentes en el país”, por lo que resulta menester “desarrollar industrias clave en áreas como energía, desarrollo sustentable, electromovilidad y vigilancia marítima, entre otras, que impulsen el desarrollo económico y la seguridad nacional, mediante un ecosistema de innovación tecnológica y científica.

En esta tesitura, en menos de un año se logró que México alcanzara una cifra récord (780 al día de hoy) en materia de patentes mexicanas concedidas desde 1995 y que significan no un primer paso, sino que representan el suelo mínimo a partir del cual debemos partir en los próximos años, porque significa que la innovación en México comienza a protegerse debidamente y ello, sin lugar a dudas, permitirá fortalecer nuestra economía.

Titular del IMPI

SNII nivel II

@SNietoCastillo

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