La propiedad industrial es un componente crucial del desarrollo económico y la innovación. Incluye patentes, marcas registradas y diseños industriales, que protegen las invenciones y la creatividad empresarial y académica. Sin embargo, la piratería en este ámbito se ha vuelto una preocupación creciente, impactando no solo a las empresas, sino también a los consumidores y a la economía en general.
La piratería en materia de propiedad industrial se refiere a la reproducción o utilización no autorizada de invenciones, marcas o diseños. Esto puede ocurrir de variadas formas, desde la falsificación de productos hasta la copia de diseños industriales sin el consentimiento del titular. En el mundo físico o en el digital. Tal actividad no solo viola derechos legales, sino que también erosiona la confianza en el mercado y empobrece la oferta disponible para los consumidores.
El costo de la piratería es elevado y multidimensional. Para las empresas, la pérdida de ingresos es dolorosa. Según estimaciones, las pérdidas debidas a la piratería de productos y marcas ascienden a miles de millones de dólares anualmente. Las empresas que invierten en investigación y desarrollo ven cómo sus esfuerzos pueden ser socavados por imitadores que no asumen el riesgo financiero ni el esfuerzo creativo necesario para una verdadera innovación. Esto, a su vez, desincentiva la inversión en nuevas tecnologías y productos, afectando la competitividad en el mercado.
Para los consumidores, la piratería trae consigo riesgos ocultos. Los productos falsificados a menudo no cumplen con los estándares de calidad y seguridad, lo cual puede representar un peligro real para la salud. Desde medicamentos, alcohol o tabaco, hasta electrodomésticos, el consumo de productos piratas puede resultar en consecuencias graves. Además, estas prácticas perjudican a aquellos que producen y venden productos legítimos, creando un mercado distorsionado que perjudica la variedad y calidad de las opciones disponibles para el consumidor.
La presidenta Claudia Sheinbaum, y el Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, lo tienen claro. El combate a la piratería (y otras conductas delictivas como el contrabando o el dumping) debe ser contundente y fortalecer la protección intelectual en el país. Lo cual también incluye la concienciación sobre esta problemática. Por ello, es fundamental que tanto consumidores como personas empresarias o académicas comprendan la importancia de proteger la propiedad industrial. Además, fomentar una cultura de respeto hacia la creatividad y la innovación puede tener un impacto profundo en la reducción de estas prácticas dañinas de la economía nacional.
Para enfrentar la piratería, se necesitan enfoques proactivos y coordinados. Las empresas deben implementar estrategias efectivas de vigilancia y protección, incluyendo el registro de patentes y marcas. Las leyes deben ser robustas y aplicarse de manera efectiva, con sanciones significativas para disuadir a los infractores. Las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales también tienen un papel crucial en la creación de un marco normativo y de conciencia que apoye la protección de la propiedad industrial.
La naturaleza global de la economía moderna significa que la piratería también es un desafío internacional. La colaboración entre países es fundamental para afrontar este problema. Las alianzas estratégicas, intercambios de información y recursos compartidos pueden facilitar la detección y el enjuiciamiento de infractores en diferentes jurisdicciones.
La piratería en materia de propiedad industrial representa un reto significativo que debe ser abordado con urgencia. Al proteger adecuadamente las invenciones, marcas y diseños, no solo se protege a las empresas, sino también a los consumidores y al desarrollo de una economía innovadora. Es imprescindible que todos los actores involucrados -empresas, consumidores, gobiernos y organizaciones internacionales- unifiquen esfuerzos para combatir esta problemática. Solo así podremos crear un entorno donde la innovación y la creatividad continúen floreciendo en el segundo piso de la transformación.
Director general del Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI)