En memoria del Santo de Asís, el diplomático y poeta nicaragüense Rubén Darío escribió un soneto sobre un lobo salvaje al que Francisco temporalmente domesticó con su apacible santidad, pero que la maldad y sevicia hizo volver a la fiereza del monte. Son los recordados Motivos del Lobo.
“…empecé a ver —le explica el lobo a San Francisco en el texto del soneto— que en todas las casas estaban la envidia, la saña, la ira y en todos los rostros ardían las brasas del odio, de lujuria, de infamia y de mentira…”
Y cual si su nombre hubiese sido puesto en subasta para uso político, tal como se hace con la nueva ocurrencia de la ‘pobreza franciscana’, el Santo pobre de Asís mejor dejó que el lobo se quedara en las montañas.
Malo y hasta perverso el uso del concepto de pobreza de San Francisco de Asís, la que instauró como condición esencial en uno de los tres votos que profesan en la orden religiosa que fundó hace más de 800 años. La pobreza como forma indispensable de vida, sometido a no poseer nada como propio, y mucho menos usado con fines de renta política, como ahora se pretende.
Por principio, el valor de la palabra está por los suelos. En torno de las restricciones presupuestales, el Presidente ha decidido revestirlas de frases de campaña y ha dejado el verbo en el terreno utilitario de la mala política. La corrupción por la vía del mal uso del idioma.
Desde el inicio de su Evangelio el sinóptico San Juan, que por la agudeza de sus apuntes y su altura de miras es identificado con el águila, justamente reivindica tal valor señalando que en el principio estaba el verbo.
Y es el verbo, la palabra, justamente lo que López Obrador está degenerando, traicionando su buen sentido al ponerlo al servicio de la política y el engaño a la población cuando ahora quiere vender la idea de que su gobierno iniciará una “Pobreza Franciscana”, ante la astringencia de recursos presupuestales.
Hace semanas ya había introducido la idea en una de sus conferencias de la mañana, de que la escasez obligaría a un uso responsable y limitado de los haberes del erario, pero para cerrar el mes anterior repitió el concepto y de paso hizo utilitario para su causa un concepto de pobreza que se estableció religiosamente hace centurias.
Habría que preguntarle a la directiva y a cualquier consagrado de esta orden Franciscana, cuyo saludo e identificación se da al influjo de las palabras “Paz y Bien”, si están de acuerdo en que la proclama de vida de su fundador respecto a la pobreza sea vulgarmente utilizada con fines mitinescos y de campaña.
El utilitarismo que se hace de la divisa franciscana tiene un claro propósito de ocultamiento de los caprichos presupuestales del actual gobierno.
Concentrar los recursos públicos extraídos a golpe de decreto de todas partes de la administración pública, suprimir fideicomisos, reducir partidas de áreas tan sensibles como la salud, para concentrarlas en las obras faraónicas planteadas desde el inicio de esta administración, son un acto de irresponsabilidad histórica que repercuten directamente en el presupuesto de acciones destinadas a sectores muy sensibles de la sociedad.
La austeridad presupuestal, disfrazada malamente bajo la respetada pobreza de los Franciscanos como precepto de su Padre Fundador de Asís, abrió boca para este gobierno dejando a miles de madres sin las guarderías donde podían dejar a sus hijos menores para ir a trabajar y a las mujeres golpeadas sin los refugios donde encontrar consuelo y cuidado ante la violencia intrafamiliar.
Por sí mismo, no hay elementos razonables para criticar a un gobierno que enfrente una situación de recursos limitados. Lo que es digno de ser señalado es que en tiempos de abundancia de las necesidades públicas se destine el dinero a elefantes blancos y a obras salidas de la terquedad.
Todo por su nombre: el Aeropuerto de Santa Lucía, la Refinería Olmeca de Dos Bocas y el consabido Tren Maya no sufren apremio presupuestal de ninguna especie y son la causa eficiente de que la pobreza franciscana haya llegado a esta administración.
Y en su nombre, sufre la ciudadanía con la reducción al mantenimiento en el Metro de la Ciudad de México, que ya causó una tragedia para 26 familias de esta ciudad. Por si poco fuese, más de 300 mil familias sufren las complicaciones por la anulación de las escuelas de tiempo completo y ahora las madres se hacen cruces para recoger y alimentar a sus hijos.
En esto hay mucha fantasía política desde hace tiempo. Todo el mundo se pregunta dónde están los 500 mil millones de pesos que este gobierno iba a obtener para el presupuesto público solo con acabar la corrupción. ¿Dónde se pueden encontrar esos recursos y qué tesorería los contabiliza?
¿Dónde están los imaginarios 2 billones de pesos que el gobierno actual está supuestamente disponiendo, derivados de una buena administración y una gestión eficiente?
Mejor haría el gobierno en enfrentar con eficiencia el nivel de carestía que la mañana de ayer nos hizo saber nuestro Inegi, que la inflación anualizada es de 8.15% en México, pero con la preocupante particularidad de que frutas y verduras tienen un aumento del 16.1% en sus precios.
Las reducciones presupuestales son las que ocasionan “baches” en una de las dos pistas del único aeropuerto decente que tenemos en el Valle de México, también son las causantes de que los niños con cáncer hayan sido enviados a un suplicio por conseguir los medicamentos para sus quimioterapias y en muchos casos quizá decidió o aceleró su muerte.
Una y otra vez los miembros de la oposición política hemos probado cómo por la vía del erario se han violentado los derechos humanos de amplios sectores de la población y así lo expusimos en el debate de Diciembre pasado en el la Cámara de los Diputados, donde de nada valieron horas y horas de argumentos para variar algunas partidas presupuestales, que finalmente fueron desoídos.
Y la más reciente de las hazañas austericidas que se actualiza en la queja de los generadores de cine mexicanos, quienes se valían de los recursos esparcidos por el Imcine y que recientemente alzaron la voz para decir que están paradas unas 50 producciones cinematográficas porque no hay dinero en aquel organismo conocido como Fidecine, otro fideicomiso víctima del apetito feroz de los elefantes blancos de este gobierno.
Unos cuantos números:
El Aeropuerto Felipe Ángeles tiene que ser subsidiado ante la negativa de las aerolíneas de tener ahí operaciones. Actualmente, ese puerto tiene 16 vuelos diarios y se ha anunciado como gran logro que a mediados de este mes tres aerolíneas privadas aumentarán hasta 46 las operaciones en el AIFA. Claro, lo que no dicen es que el gobierno está haciendo uso de sus múltiples recursos para presionarlos a que ahí operen. Mientras son peras o manzanas, se está desperdiciando crecientemente presupuesto público para subsidiar la operación del elefante blanco que es esa obra emblemática.
Y qué decir de la Refinería Olmeca que su primer barril de gasolina quizá pueda ser consumido por un motor de combustión interna para celebrar el proceso electoral del 2024. Y el cuento de su costo. El gobierno insistió durante largos meses que el presupuesto sería de 8,000 millones de dólares.
En torno del corte de listón que escenificaron (nunca mejor usado el concepto) a las puertas del esqueleto de la refinería, a regañadientes y con tirabuzón se logró el reconocimiento público que el capricho en Tabasco cuesta por el momento 14,000 millones de dólares, si no es que gastos ocultos hacen aumentar la cifra hasta los 16,000 millones. Y claro, la refinería estará en plena producción justo cuando la mitad de mundo esté impulsando los vehículos eléctricos.
Y el Tren Maya , además de los conflictos jurisdiccionales que lo han retenido, tiene que retabular sus costos por el simple hecho de que una de sus rutas tuvo que cambiar desbrozando la selva en lugar de usar el derecho de vía, afectando la biodiversidad y disparando los costos. La obra fue presupuestada en 120,000 millones de pesos y cifras conservadoras ya lo colocan en 300,000 millones de pesos. Y todavía más: un reciente cálculo del Instituto Mexicano de Desarrollo de Infraestructura (Imexdi) augura que los tropiezos y malas decisiones sobre la obra harán que se añadan otros 50,000 millones de pesos al costo constructivo de un tren de dudosa rentabilidad.
En síntesis, la robada expresión de pobreza franciscana, además de ofender a los hijos de la orden de Asís, no es más que una nueva fábrica de pobres, un disfraz del despilfarro y una repetición de conductas pasadas ejecutadas por otros gobiernos con disminuciones presupuestales que antes llamaban por su nombre: recortes.
Hoy, la pirotecnia envuelve todo en el pretexto de la austeridad. Como dice la canción: “… Lo suyo es capricho, pura vanidad…”