El jueves pasado se celebró, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco que dirige Jacobo Dayán, el 30 Aniversario de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México. Fue una fiesta muy emotiva, encabezada por su actual presidenta, Nashieli Ramírez Hernández, quien pronunció un emotivo discurso en el que describió su desarrollo histórico durante los pasados seis lustros, desde su fundación y hasta su configuración definitiva como Órgano Constitucional Autónomo, y su actual denominación derivada de la expedición de la Constitución de la Ciudad de México, tras dejar de ser Distrito Federal.

Entre los aspectos más relevantes del discurso de la presidenta Ramírez, se destaca la importancia del carácter autónomo de las instituciones nacionales de derechos humanos.

Tuve el privilegio de ser integrante del Consejo Consultivo de la Comisión durante casi once años y acompañar en sus gestiones a tres de sus presidentes, desde los últimos dos años de Luis De la Barreda Solorzano, la gestión completa de Emilio Álvarez Icaza y los primeros cuatro años de la gestión de Luis González Plascencia. Compartí con la actual Presidenta ese espacio cuando ella misma también era integrante del Consejo.

Puedo dar testimonio del impecable comportamiento que como presidentes tuvieron De la Barreda, Álvarez Icaza y González Plascencia, y desde luego también el de la actual presidenta quien ha tenido la deferencia conmigo de compartir sus programas de actividades. Cada uno de ellos y ella imprimieron su propio estilo, siempre desempeñándose como debe hacerlo quien conduce una institución del Estado de carácter autónomo.

Me tocó vivir, mientras fui consejero de la Comisión, momentos complicados en la vida de nuestra ciudad, como por ejemplo, las situaciones conflictivas que la institución tuvo que enfrentar durante el plantón de Reforma en el 2006, la construcción de la Supervía Poniente y los firmes pronunciamientos y recomendaciones derivados de actos de tortura, derechos de personas privadas de la libertad y violaciones graves de derechos humanos.

El acompañamiento que la Comisión ha brindado, y aún brinda, a quienes habitan y transitan en la Ciudad de México, se distingue por la empatía hacia quienes acuden a ella para buscar su protección, basada en un profundo compromiso y convicción por la defensa de la dignidad humana. Pero sobre todo, el desempeño de esta Comisión se basa en el ejercicio prudente, pero pleno de su autonomía.

La Comisión de los Derechos Humanos de la Ciudad de México es un ejemplo vivo y operante, entre otros, de lo que debe ser un organismo constitucional autónomo para la defensa y protección de derechos humanos fundamentales, que demuestra en los hechos la importancia de estas instituciones autónomas, como también lo son el INAI, como organismo garante de los derechos humanos a la acceso a la información y a la privacidad, o el INE como organismo que protege y asegura los derechos humanos de carácter político en México.

Los organismos nacionales de protección de los derechos realizan una delicada función que la ciudadanía tiene la responsabilidad de proteger frente a las tentaciones del poder político por debilitarlas o socavarlas.

Claro que una institución autónoma de derechos que se comporte como es su deber hacerlo, es decir con autonomía frente al poder ejecutivo, provoca tensiones y con frecuencia resulta incómoda o molesta para quien gobierna, y al hacerlo incurre en actos violatorios de los derechos de las personas. La responsabilidad de los poderes ejecutivos es la de respetar a cabalidad la autonomía de estos institutos y no dirigir críticas y otros embates peores en su contra.

¡Larga vida a la CDHCM! Está en nosotras y nosotros protegerla y apoyarla, lo mismo que a los demás organismos constitucionales autónomos garantes de nuestros derechos, libertades y vida democrática.

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